'Jaque para hacer mate', por Albert Fábrega
Albert Fábrega, colaborador de Motorsport.com, reflexiona sobre la maniobra de Hamilton en Hungría, en la que ve otra intención más allá...
Foto de: Andrew Hone / Motorsport Images
Siempre he pensado que los mejores pilotos son capaces de salir del monoplaza y analizar la situación desde otra perspectiva mientras conducen a más de 300 kms/h. Son mentes privilegiadas que interpretan, juzgan y deciden a una velocidad que supera incluso la de su monoplaza. Decisiones que no solo hablan en presente, sino que miran al futuro.
La maniobra de Hamilton en la última curva del gran premio le dejó como un auténtico caballero. Un deportista de palabra y un jugador de equipo versus su compañero de fatigas. Una bocanada de aire fresco y honesto. Todos coincidiremos a estas alturas en que Hamilton perdió – o devolvió – 3 puntos que pueden significar mucho, muchísimo a final de temporada. Quizás un título. No en vano, en su carrera ha perdido y ha ganado un título por un solo punto. Hamilton lo sabe, lo tiene in mente y es consciente que este año el mundial se decidirá por detalles y en el último suspiro.
Y Hamilton se va de vacaciones en buena onda. Un buen tío. ¿Y ya está? Me niego a dejarlo así de sencillo, de fácil, de transparente. Aquí nada es gratis. Díganme mente perversa, pero la F1 me ha enseñado a mirar más allá. ¿Me dejan?
Mientras Lewis estaba peleándose con el coche e intentando acercarse a Raikkonen analizaba los pros y contras de devolver o no esa posición a Bottas. Claro que lo pensó. También era consciente de la proximidad de Verstappen a Bottas y sospesó que podría llevarle a perder incluso la cuarta posición. Una situación que hubiera sido atenuante suficiente para justificar quedarse con el último cajón del podio. Le dio tiempo y vueltas. Solo, sin radio. Tomó su decisión y cedió la plaza en el último suspiro.
Ferrari ha construido su proyecto alrededor de Vettel. En Maranello tienen claro que hay un piloto número uno y, en consecuencia, el segundo piloto es un recurso más a utilizar para reforzar las opciones del alemán. Pero ¿Y en Mercedes? Aún no. Pero el gesto de Hamilton va a levantar un debate interno. Ha abierto la caja de los truenos y lo sabe. La acción de este domingo obliga a Mercedes a posicionarse. A señalar con el dedo su favorito y poner a su disposición todas las herramientas a sus pies, segundo piloto incluido. Y claro, el candidato es Hamilton. Se acabó el equipo buen rollo.
En Mercedes hay quien aún no se ha enterado que esto no es lo de 2014, 2015 y 2016. El enemigo no está en casa. Es otro. Es rojo, gana carreras y se llama Vettel. Y Hamilton se lo ha recordado, sin martillo, con guante de seda. Si quieren ganar también el mundial de pilotos, deberán apostar. Apostar a una sola carta. La suya. Hamilton quiere ser el número uno, y necesita que Bottas esté a su disposición para poder luchar en las mismas condiciones con Vettel.
Wolff no entiende de compañerismos. Es un ganador nato, por encima de todo y de todos. Y domingo no ganó. Esta vez el puñetazo fue de rabia. El jaque fue de otro. Una acción, que lejos de haber apartado a Hamilton de un mundial se lo puede haber dado. Una maniobra que a la postre, puede ser también de mate.
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