Cómo el porpoising puede ser un problema de salud para la F1
El efecto rebote de los coches podría causar enfermedades neurodegenerativas en los pilotos de F1 a largo plazo, y los ejemplos más claros son el fútbol y la NFL.
Porpoising. Quizá esa es la palabra más repetida dentro del paddock por los dolores de cabeza que está provocando a equipos y pilotos debido al efecto rebote que causa en los monoplazas de nueva generación.
La Fórmula 1 decidió entrar en una era totalmente diferente, modificando la normativa para crear una categoría con más emoción, adelantamientos y batallas en pista, algo que suponía simplificar la aerodinámica y regresar al famoso efecto suelo.
Desde los test invernales en el Circuit de Barcelona-Catalunya, este curioso movimiento que hacía oscilar a los coches hacia arriba y abajo llamó la atención a todos, y no se vio como un problema serio hasta que se descubrió que eso afectaba al tiempo por vuelta.
Las escuderías, para solucionar o, al menos, disminuir el efecto, realizan ajustes en las suspensiones y alturas de los monoplazas, haciendo que el coche rebote menos, pero eso se traduce en pérdida de décimas, la clave en un deporte donde ganar milésimas cuenta.
Además, oscilar en las rectas supone un peligro para el piloto, ya que sus ojos no pueden fijar bien los puntos de referencia en la frenada, provocando que sea casi imposible tener una visión clara de cómo se acercan a una curva a más de 300 km/h.
Sin embargo, hay algo oculto y que muy pocos se han parado a pensar. Si decíamos que el porpoising representaba un dolor de cabeza para la Fórmula 1, pero más que a la categoría en general, podría serlo para los pilotos a largo plazo.

El movimiento tan agresivo de la cabeza de forma tan repetida puede hacer que quienes se montan en un coche a esas velocidades sufran enfermedades mentales irreversibles, algo que sucede en otros deportes que poco tienen que ver con el automovilismo.
Uno de los ejemplos más claros está en el fútbol, donde un jugador emplea de manera constante la cabeza para golpear el balón. Hacer que un objeto choque con esta parte tan expuesta provoca que el cerebro sufra, y mucho.
En un estudio llevado a cabo por el Departamento de Neuropatología de la Universidad de Glasgow, se descubrió que el riesgo de problemas neurodegenerativos era mayor en jugadores de fútbol, quienes habían pasado toda una vida usando su cabeza para rematar la pelota.
El riesgo de sufrir algún tipo de enfermedad mental mortal aumenta 3,5 veces, y es hasta 5 veces mayor si se trata de demencia o Alzheimer, como indica la investigación.
"Con golpes muy pequeños pero muy numerosos, y durante un periodo muy largo, se cusa el daño cerebral, haciendo que la persona sea susceptible de desarrollar un trastorno como el Alzheimer", dijo el doctor Christopher Morris, profesor en esta institución escocesa.
Por dicho motivo, en Inglaterra, la federación ha prohibido que los jugadores menores de 12 años golpeen el balón para minimizar riesgos. No es para menos, ya que tienen en casa uno de los mejores ejemplos para cuidar la salud de los deportistas.

Ese país se proclamó campeón del mundo en 1966, con una generación de futbolistas única, entre los que destacaban, entre otros, Bobby Charlton, Bobby Moore, Gordon Banks o e Martin Peters. La plantilla conformada por 22 jugadores venció a Alemania por 4-2 en el mítico estadio de Wembley, pero la "maldición senil" se cebó con ellos.
Del grupo de miembros de aquel plantel, hasta 7 sufrieron enfermedades neurodegenerativas que causarían sus muertes. Es cierto que en aquella época los balones eran mucho más pesados, pero es una muestra clara de la influencia que ha tenido en el deporte el cuidado de la salud mental.
No es el único caso en el que los golpes pueden generar enfermedades o contratiempos muy graves para los deportistas, ya que el fútbol americano es claramente uno de los más peligrosos.
En la NFL, la liga por excelencia de este deporte, 32 equipos compiten cada año por ganar la conocida Super Bowl, pero en sus más de 100 años de historia los cerca de 45 miembros de cada plantilla han sufrido muchos varapalos físicos.
Solo en el periodo de dos temporadas regulares, entre el 2012 y el 2014, los datos que proporciona la Universidad de Texas, revelan que de las 4.381 lesiones total, 301 fueron conmociones cerebrales, algo que ha incrementado un 61% desde el conjunto del 2002 al 2007.
Otra investigación refleja que un jugador de la NFL que disputa 24 partidos de manera anual, tiene un 16% más de probabilidades de sufrir una muerte prematura, además de que en 2012 se descubrió, gracias a otro estudio de 3.439 jugadores con al menos un lustro en la liga, que este grupo poseía tres veces más de riesgo de desarrollar muertes neurodegenerativas que la población general de Estados Unidos.

Además, el riesgo de sufrir Alzheimer o Loy Gehrig (esclerosis lateral amiotrófica o ELA) era cuatro veces mayor, mientras que incrementaban las opciones de desarrollar depresión o demencia con las conmociones cerebrales.
Y por supuesto, aunque es más extremo, podríamos mencionar el boxeo, donde a largo plazo quedan graves secuelas en los deportistas tras años de impactos en la cabeza.
Así pues, con el rebote del porpoising en las cabezas de los pilotos, los ingenieros y la Fórmula 1 en general deberían preocuparse por la salud de quienes se juegan la vida en la pista. Ya no se trata solo de esquivar la muerte en cada curva, a pesar de las grandes medidas de seguridad actuales, sino que este tipo de cosas que se tienen menos en cuenta podrían ser mucho más graves con el paso del tiempo.
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