Mano dura en Ducati
La mala gestión que Ducati ha hecho de sus pilotos en el Gran Premio de Malasia invita a que la cúpula del equipo recupere el mando y deje claras las prioridades de la marca.
Foto de: Gold and Goose / Motorsport Images
Por un lado, Jorge Lorenzo se perdió su cuarta carrera consecutiva después de comprobar el viernes, nueve días después de someterse a una artroscopia en la muñeca izquierda, que evidentemente no estaba para subirse a la moto –terminó el segundo ensayo a más cinco segundos del más rápido–.
Y sin embargo, esperó hasta el momento de levantarse el sábado por la mañana para cederle su puesto oficialmente a Michele Pirro, a quien el constructor boloñés ya había desplazado hasta Malasia anticipándose a lo que parecía más que lógico.
Las pocas vueltas que Lorenzo dio el viernes –22 en total cuando la carrera del domingo estaba programada a 20– y lo lento que fue eran una evidencia más que clara de la imposibilidad de seguir con la dinámica habitual de la prueba.
El hecho que el balear quisiera esperar un día más antes de retirarse dio pie a una serie de especulaciones acerca de una hipotética penalización que Ducati podría plantearse imponerle, por haberse perdido demasiados grandes premios.
Las dos partes pueden considerar tener argumentos que reafirmen sus posturas. Ducati por no poder disponer de su principal reclamo durante casi una cuarta parte del campeonato, y el mallorquín por haberse lesionado (en Tailandia) fruto de un fallo de la moto, según reconoció la propia estructura.
Es en este punto cuando uno se pregunta: ¿era necesario llegar hasta ahí? Sobre todo siendo conscientes ambas partes de que la cosa no podía acabar de otra forma que con Pirro subido a esa ‘segunda’ Desmosedici. ¿No habría sido mejor haber pactado antes una hoja de ruta que contemplara la más que posible baja del #99?
Por si eso fuera poco, Lorenzo y Andrea Dovizioso protagonizaron el enésimo roce del año, cuando el italiano insinuó que su compañero de equipo es un habitual de esas “situaciones extrañas”, una acusación velada que provocó una contundente respuesta del español, a través de las redes sociales, en las que llegó a definir a Dovi como un “envidioso” y a ironizar con sus logros deportivos.
En definitiva, un rifirrafe que no hace más que dar una imagen bastante débil de Ducati. Bien harán los ejecutivos de la escudería en sentar a sus dos corredores en la misma mesa y dejarles claro que sus egos son seguramente una herramienta capital cuando de lo que se trata es de ganar carreras, pero que ese individualismo nunca puede estar por encima los intereses de un fabricante único, tan particular en el mundo del motociclismo como puede serlo Ferrari en la Fórmula 1.
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