Maratón en el Dakar: cuando lo habitual no es lo común
Vivir una etapa maratón del Rally Dakar es muy especial, y en ella la única palabra que lo puede resumir es surrealista.
Ardah-. Los días de etapa maratón son muy especiales en el Rally Dakar. Todos los competidores, equipos y medios de comunicación esperan con expectación la llegada de la jornada en la que absolutamente nadie puede recibir ayuda mecánica y todos duermen juntos.
Todo comienza muy temprano, en torno a las cuatro de la madrugada, cuando los motoristas salen hacia el enlace, por lo que deben despertarse mucho antes, sobre las tres para tener todo bien preparado, mientras que los coches pueden alargar un poco más el sueño, pero no mucho.
En el caso de los equipos, solo los mecánicos necesarios para hacer arrancar los vehículos y algunos asistentes son los que tienen que madrugar, ya que ellos se pueden tomar la jornada como una de descanso porque solo pueden asistir a los pilotos con indicaciones telefónicas y poco más, con prohibición total de tocar las motos o coches.
Los periodistas que se animan a vivir la experiencia de una etapa maratón tampoco duermen demasiado, ya que sobre las seis y media de la mañana un autobús les está esperando para un viaje de unas cuatro horas hasta un campamento en medio de la nada, muy cerca de la frontera entre Omán y Arabia Saudí, sin descuidar las distancias respecto a Emiratos Árabes Unidos. Cargados con tiendas de campaña y mochilas, además de algún que otro valiente dispuesto a arrastrar su pesada maleta por la arena del desierto, llegaron al vivac cercano a Ardah, dispuestos a contar lo que sucediera en la etapa, aunque sin mucho éxito debido a la escasa conexión a internet.
Sin embargo, eso dio tiempo para recibir a los pilotos en la llegada de la especial antes de que entraran en el parque cerrado, donde, en teoría, nadie podía pasar salvo los participantes.
Allí, algunos atendieron a la prensa sin ningún reparo, ya que esto es el Dakar, la carrera más dura del mundo pero en la que todo es muy cercano, aunque otros se limitaron a hablar en la zona específica para ello. En momentos así en una etapa maratón es tan común ver a un nueve veces campeón del WRC como es Sébastien Loeb caminando descalzo sin camiseta yendo a la ducha por el desierto como que un simpático Lorenzo Santolino te invite a comer un poco de lomo en una gigantesca jaima árabe conversando con el resto de los favoritos en la categoría de motos.
Tampoco es algo extraño encontrarte a una Cristina Gutiérrez que lo mismo te cuenta cómo ha sido la etapa como que te pregunta por dónde podía coger algo de señal para hablar con su equipo y ultimar los detalles antes de reparar el coche y salir a la siguiente etapa. En días así, también puedes abrazar para animar a un Gerard Farrés que siempre te atiende con una gran sonrisa a pesar de ser consciente de que se ha perdido la victoria en el Rally Dakar, lo mismo que su copiloto Diego Ortega.
Trabajar en medio del desierto en una etapa maratón puede ser frustrante con la falta de conexión, pero deja ver imágenes como a Carlos Checa y Marc Solà intentando arreglar su coche de Astara nada más llegar bajo la atenta mirada de los comisarios de la FIA para no recibir ayuda externa, ni siquiera si se cae un tornillo con el viento y alguien trata de recogerlo, y todo eso compensa la desesperación.
No hay que olvidar que en una etapa maratón, todos los pilotos duermen juntos, con lo que al llegar a la meta y dejar aparcados sus vehículos, se dirigen al punto de encuentro para tomar su tienda de campaña y plantarla en el desierto, todos por igual, sin importar el dinero que tengas en el banco o la cantidad de títulos internacionales que hayas ganado. Eso también permite ver a un Loeb que ya ha aprendido a abrir el lugar en el que dormirá, no sin dificultades, o a los motoristas tendiendo su ropa para secarla después de cientos de kilómetros de competición.
La noche cerrada llega muy pronto en el campamento del Empty Quarter, y todos, antes del briefing de David Castera, pasan por el comedor improvisado al aire libre para cenar y reponer fuerzas. En torno a las cinco de la tarde es la luz de la luna la que ilumina las jaimas donde duermen los protagonistas del Rally Dakar, quienes ponen sus alarmas antes de irse a las camas inflables y sacos de dormir a las siete y media de la tarde de Arabia Saudí, una hora en la que en otros países todavía estarían merendando o incluso despertándose de una siesta mucho más larga de lo habitual, pero ya sabemos que en el Dakar, lo habitual, no es lo común.
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