La magia de la noche del Rally Dakar: así es la cara oculta de la carrera

Al Duwadimi-. Las noches en Arabia Saudí son mágicas. No solo por lo diferente que es el país de Oriente Medio, en donde la hospitalidad de sus locales impresiona a propios y extraños, sino por cómo se viven esos momentos bajo la luz de la luna llena en medio de un desierto en el que se alza una ciudad improvisada durante apenas un día.

El campamento del Rally Dakar llena de vida un punto perdido en la geografía saudí con cerca de 3.000 almas que vagan por las calles en donde las motos, coches y camiones se preparan para una nueva batalla. Por eso, Motorsport.com quiso saber lo que era estar sin rumbo durante la oscuridad en la carrera más dura del mundo, encontrando personajes únicos y en situaciones que distan mucho de los lujos de otras categorías.

Vídeo: así es la noche en el Rally Dakar

Una vez que todos los periodistas se resguardan en sus tiendas de campaña plantadas tras la sala de prensa en el frío invierno en donde las temperaturas llegan a bajar hasta los 0ºC, o en el propio lugar en donde todos trabajan por el día informando a millones de personas, nos ponemos en marcha para ver lo que ocurre en ese mágico momento.

Con solo dar unos pasos nos encontramos con la sinfonía de las herramientas y la radial reparando uno de los coches afectados durante la exigente etapa del Rally Dakar. Son instantes en los que tan solo uno o dos mecánicos están alrededor del vehículo para tenerlo a punto a la hora en la que los comisarios citen al piloto a la salida del vivac.

Al preguntar cuánto duermen, porque el reloj pasa ya de la una de la madrugada, todos responden lo que se puede, porque en ocasiones esa cifra no supera las dos horas, incluso menos cuando hay mucha faena por delante en la que estar manos a la obra. Sin embargo, en los fabricantes más grandes siempre hay un poco más de descanso, no sin antes empezar a las siete de la mañana para dejar a Nani Roma o Carlos Sainz su coche listo, como nos aseguró un mecánico de Ford que estaba a punto de irse a la cama tras pasar toda la jornada de guardia.

Tras alrededor de 16 o 17 horas de trabajo, es hora de ir a la cama, no sin antes tapar con una lona la pieza de artesanía que todos en el equipo cuidaron. Algunos en tiendas de campaña, y los más privilegiados en furgonetas o encima de los camiones que tienen incorporadas algunos lugares para descansar, todos tratan de recuperar fuerzas, porque en apenas unas horas volverá a sonar el despertador, sin siquiera haber salido el sol.

Los más modestos, y los que al final proporcionan ese espíritu dakariano a una carrera convertida en algo bastante diferente en los últimos años, siguen con las herramientas en la mano para lograr ese sueño de terminar y subir al podio como 'finisher'. Una vez que creen que todo está arreglado, y a pesar del cansancio acumulado, la adrenalina de saber que pueden probar lo que ellos mismos montaron en una recta a las afueras del campamento les ayuda para continuar con sus labores, y con ellos pueden llevar a otra persona más, normalmente un ingeniero que mide los datos de forma más analítica, aunque en otras ocasiones va alguien que disfruta por primera vez de subirse a una de esas impresionantes máquinas.

No obstante, hay algunos que ni siquiera pueden subirse a ellas, no por que no les dejen, sino por despistes propios del cansancio como llevarse el casco consigo para ir a dormir, impidiendo que su mecánico pueda ir al refueling pilotando. Esa fue la forma en la que nos cruzamos a un peculiar argentino que arrastrada una moto decorada con un sol y azul celeste propio de su bandera, quien narró emocionado que era una pasión la que hacía que unos locos se pasaran trabajando todo un año sin descanso para llegar a la carrera más dura del mundo.

Emocionados y al borde de las lágrimas, tanto unos que debían seguir trabajando en reparar la maquinaria y otros en recabar testimonios para este reportaje, vieron de lo que se trataba realmente el Rally Dakar, aunque había más que eso después de despedirse con un fuerte apretón de manos y seguir empujando la moto con esa misma mano con la que nos saludó.

Y mientras que él, al igual que el resto de personas que vivía provisionalmente esa noche en el vivac, seguía trabajando durante varias horas más, decidimos irnos a descansar en aquella sala de prensa en la que estaban el resto de compañeros para despertarse unas horas después para continuar escribiendo, narrando e informado de lo que sucede en todos los recorridos de Arabia Saudí en donde se acumulan cerca de 8.000 kilómetros.

Metidos en el saco de dormir, e intentando tomar algo de calor de un ventilador que emitía aire caliente, volvió a sonar la alarma a las cuatro de la madrugada. Fueron solo dos horas de sueño reparador que más tarde causarían mella, pero que merecieron la pena con tal de ver la magia de cómo los héroes del desierto se preparaban para una nueva especial del Rally Dakar, con una intermitente lluvia que lo hacía todavía más místico.

Bajo esas gotas de agua que caían aún en la noche, nos dirigimos hacia el enclave de KTM, en donde observamos detrás de la cinta que restringe la zona cómo se sirven los primeros desayunos entre los mecánicos, incluida la miel del padre de Daniel Sanders en algún que otro café servida por él mismo. Sin embargo, los austriacos, también curiosos por ver alguien allí tan temprano queriendo documentar esos momentos, abren sus puertas para estar incluso más cerca, aunque sin molestar a los pilotos que se juegan el trofeo Touareg.

Uno de ellos era el australiano, que estaba concentrado con sus auriculares y saludaba a todos los presentes con un "buenos días" con su típico acento austral, mientras que su compañero de caravana, Edgar Canet, después de algún bostezo, se enfundó su casco y abrazó a su padre, Albert, para empezar su ritual de subirse a la moto, también saludando a los que estaban para despedirle del campamento, mientras que al otro lado de la calle comenzaba a salir la armada de Honda.

Con un gran abrigo y manoplas para evitar el frío de las cinco de la mañana encima de la moto, se dirigió hacia la salida del vivac, en el que ya estaban los primeros coches para también empezar el enlace. Ese fue otro de los momentos mágicos de la noche, en donde todos los pilotos se reunían en un mismo punto después de que los mecánicos se pasaran horas y horas trabajando sin descanso, incluso sin dormir y con frío para que llegaran a ese punto.

Con un marcador en el que salían de manera digital los números formando la hora de salida, cada piloto hacía su habitual ritual, entre los que estaban ajustarse las gafas del casco, repasar las últimas notas del roadbook, afinar cualquier mínimo detalle o incluso saludar a los comisarios que habitualmente estaban allí viendo que todo estaba en regla. Y al ver las cámaras de fotógrafos, se intentan lucir con imágenes espectaculares, sin dejar de tener en cuenta a los que los visitan todos los días para hacerles entrevistas y aparecer en los medios de comunicación, como la siempre simpática y sonriente Cristina Gutiérrez, que al vernos allí nos hacía el gesto de irnos a dormir por lo temprano que era.

Ya con cerca de dos horas viendo, o mejor dicho, disfrutando como niños, cómo los coches y motos partían hacia el inicio de la etapa, era momento de regresar a la sala de prensa para continuar trabajando y plasmar todo lo vivido en palabras y vídeo, que se puede disfrutar en Motorsport.com para descubrir cómo es la noche del Rally Dakar, una magia inexplorada, hasta ahora.

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