El piloto español, que este miércoles anunció su renovación por Yamaha hasta finales de 2020, llegó a lamentar en según qué momentos de la pasada temporada la cantidad de piezas que la marca de los diapasones le hacía probar.

Viñales arrancó como un tiro el pasado campeonato, proyectado el tremendo estado de forma que demostró durante el invierno, y se impuso en los dos primeros grandes premios del calendario (Qatar y Argentina).

Después llegaron los problemas de falta de tracción, agravados en aquellos circuitos con menos adherencia, que llevaron a los ingenieros de la fábrica de Iwata por el camino de la amargura, y que finalmente apartó al corredor de Roses (Girona) de la pelea por el título.

A lo largo del curso, tanto Viñales como Rossi llegaron a correr con hasta cuatro chasis distintos; el último, en Valencia, correspondiente  a la M1 de 2016. No hay indicio que refleje mejor que ese la desorientación que imperaba en el taller de Yamaha en aquella última prueba en Cheste.

“Creo que Maverick este año será más útil, podrá ayudar más con el desarrollo de la moto, porque tendrá un año más de experiencia con la Yamaha”, conviene Rossi.

“Hay que tener en cuenta que llegó procedente de Suzuki, que es una moto distinta. Creo que este año entenderá mejor la Yamaha”, zanjó Rossi, que junto a Viñales y al resto de la parrilla saltará a la pista de Sepang el próximo domingo, ya sobre la primera versión de la moto de 2018, en el primer ensayo colectivo de la temporada.

Información adicional de Carlos Guil Iglesias

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