El equipo perdido de F1 que catapultó a Newey y cambió el futuro
Nunca ganó ninguna carrera, pero el equipo March de finales de los 80 y los 90 fue importantísimo para la Fórmula 1 y el futuro de la categoría.
Cuando se estrenó como director técnico y entró por primera vez en la fábrica del equipo March, resucitado en el verano del 87, Adrian Newey se encontró con su destino. Lo que ocurrió en los siguientes tres años fue una revolución en color azul turquesa que cambió para siempre el diseño de los coches de F1, desencadenando una sucesión de hechos que acabaría dando la gloria a Williams, McLaren y luego a Red Bull.
Newey describe lo que vivió en la escudería Leyton House Racing como "el caldo de cultivo" para los mundiales que logró durante las dos décadas posteriores, y el éxito de Red Bull en los años 2010 considera que fue completar un "trabajo inacabado" que empezó muchos años atrás.
Mirando las estadísticas, el equipo solo cuenta con cuatro escasos podios, pero su impacto en la categoría es mayor que los números que dejó en los libros de historia.
Aunque el renacido equipo March, bajo la dirección del ex editor de Autosport Ian Phillips, continuó con el monoplaza 871 –poco más que un diseño de Fórmula 3000 modificado– durante la segunda mitad de 1987, Newey centró su atención en el diseño del March-Judd 881. Fue un coche de época, mucho más que el McLaren-Honda MP4/4 con el que aplastaron en 1988, y el mejor ejemplo de que la aerodinámica es clave para el rendimiento de un Fórmula 1.
"Los monoplazas turbo tenían mucha más potencia, por lo que la filosofía era centrarse en la aerodinámica como elemento clave del diseño, y encajar el lado mecánico alrededor de ello", dice Newey sobre el que sigue siendo uno de sus diseños más queridos. “Entonces, los coches generalmente se dibujaban en base a la mecánica y los aerodinámicos tenían que ajustar lo que pudieran alrededor de eso".
“Aquel coche era agresivo, con características que no se habían visto antes en la F1. Fue el primer monoplaza con el morro levantado, el primero con endplates delanteros y traseros esculpidos correctamente, y el difusor era bastante avanzado".
"Es justo decir que cambió la dirección de diseño de la F1. Odio decirlo, pero marcó tendencia. Fue más eficiente aerodinámicamente que cualquier otra cosa".
También estableció la base para que Newey buscara los límites de la realidad física con su compacto empaquetado, algo que hizo sufrir a los pilotos de March, Ivan Capelli y Mauricio Gugelmin.
"Era pequeño", recuerda Capelli. “El volante tenía solo 25 centímetros de ancho y el hueco por el que tenían que pasar las piernas era de 25 cm. Con tres pedales era tan compacto que no había reposapiés, lo cual era un problema importante en algunas curvas".
"La primera vez que lo piloté, no podía alcanzar la palanca de cambios porque estaba demasiado atrás. Llegó Adrian y me dijo: 'Espera ahí'. Sacó la palanca de cambios y escuché el martilleo en la parte trasera del garaje. ¡Volvió con la palanca doblada hacia adelante!".
Adrian Newey, Leyton House habla con Ivan Capelli, Leyton House
Capelli recuerda que Newey hizo una tanda de siete vueltas con el 881 en Vallelunga en las pruebas tras la temporada y admitió que el coche era muy estrecho, aunque el propio Newey afirma en realidad haber pilotado un F3000 con decoración de Leyton House ese día. Al final, la comodidad era algo secundario y Capelli estaba feliz de poder pilotar un monoplaza tan rápido.
"Si le dices a un piloto que se sentirá incómodo pero será medio segundo más rápido, es una decisión fácil", añade Capelli. “Y me di cuenta en la primera vuelta de los test de invierno en Silverstone de que el coche era muy bueno".
“En Copse, llegaba a toda velocidad, la hacía a fondo. Luego, en Brasil, Carlos Reutemann vino a nuestro box y quería saber quién conducía los coches porque ¡fuimos mucho más rápidos en la primera curva!".
Fue en el Gran Premio de Gran Bretaña cuando el 881 de March realmente empezaron a llamar mucho la atención, y los pilotos de McLaren, Ayrton Senna y Alain Prost, quedaron impresionados por la velocidad del monoplaza en Copse. Los March ocuparon la tercera fila de parrilla y Gugelmin terminó cuarto. Capelli piensa que tenían tanto ritmo, que ganar no era imposible.
A partir de entonces, el equipo sumó puntos con frecuencia. Capelli estuvo muy cerca de Prost en Estoril y llegó a ser primero en Suzuka. Eso dio a March el sexto puesto en el campeonato de constructores, un regreso destacable para un equipo tan joven.
"Adrian llegó con un coche en la cabeza que sorprendió a todos porque era casi la mitad de pequeño que cualquier otro", dice Ian Phillips. "El 881 de March se adelantó años a su época y lamento que el equipo no fuera lo suficientemente bueno como para darle una victoria a Adrian. Cada vez que veo que un coche de Newey gana, me duele más".
Newey está de acuerdo en que, en las circunstancias correctas, el March habría ganado, pero no culpa al equipo.
"Si Williams hubiera estado compitiendo con el 881 y Nigel Mansell al volante, habría ganado carreras", dice. "Pero como equipo no estábamos aún en ese punto".
“Estuvimos cerca un par de veces: en Portugal fuimos lo suficientemente rápidos como para ganar, pero cuando Ivan superó a Senna, Prost ya estaba demasiado lejos. Luego en Japón, sobre mojado, Ivan se puso brevemente a la cabeza y la ECU falló [mientras era segundo, aunque Phillips sospecha que Capelli podría haber accionado accidentalmente el interruptor de apagado del motor]".
Adrian Newey, Leyton House March
Este era un equipo en ascenso, pero el March CG891 no fue un digno sucesor del coche de 1988, que tuvo su último destello en el inicio de la temporada de 1989 en Río, donde Gugelmin acabó tercero. Podría haber sido incluso un mejor resultado.
"Mauricio estaba en tercer lugar e intentó adelantar a Prost", recuerda Phillips. "Alain cerró la puerta y no lo intentó de nuevo, quedándose detrás de él durante 20 vueltas en un coche que era varios segundos más rápido. Ese era un segundo puesto seguro y hasta podría haber sido capaz de ganar, pero simplemente no fue lo suficientemente bueno".
"El CG891 tuvo muchas dificultades y no logró sumar un solo punto en 1989. Siendo una evolución natural del anterior coche, y fabricado alrededor de una versión más compacta de la unidad de potencia de Judd, rindió bien en el túnel de viento, pero no fue competitivo en la pista".
"El 891 dio problemas desde el principio y principalmente respecto a aerodinámica", dice Newey. "Al principio tuvimos algunos problemas con la caja de cambios, pero una vez que los solucionamos (gracias al trabajo de Gustav Brunner), el coche no era tan estable como había sido el 881".
"No fue hasta la primera parte de 1990 cuando revisamos el túnel de viento en sí y nos dimos cuenta de que el suelo se había inclinado y estaba dando lecturas completamente falsas, llevándonos en la dirección equivocada".
El problema con el túnel de viento de Southampton hizo que 1989 y la primera parte de 1990 fueran un desastre. El coche de 1990 se llamó Leyton House CG901 en deferencia a Akira Akagi, jefe del patrocinador japonés, que tomó el control total del equipo y lo separó de March Engineering. Pero la temporada comenzó igual de mal.
En México, ninguno de los pilotos logró clasificarse en el Autódromo Hermanos Rodríguez, pero la introducción de un nuevo paquete de suelo/difusor lo transformó en un monoplaza que casi gana el Gran Premio de Francia en Paul Ricard. Una alarma de presión de combustible en la penúltima vuelta obligó a Capelli a levantar el pie y dejar pasar al Ferrari de Prost, aunque el italiano finalizó en segundo lugar.
Lamentablemente, lo que podría haber sido el punto de inflexión, ya que el equipo había recuperado el impulso que tenía en 1988, se convirtió en una 'última vez'.
"El coche de 1990 era básicamente el de 1989, porque no tenía sentido fabricar uno nuevo si no entendíamos lo que estaba mal", dice Newey. "Entonces, cuando al fin comprendimos lo que estaba mal, pasaron varias otras cosas".
"Se supo que Akagi se estaba endeudando y tenía que seguir dirigiendo el equipo para demostrar a los bancos que todo estaba bien. Lo estaba haciendo con muy poco dinero".
"Ian enfermó de meningitis, así que no estuvo en la fábrica durante unos seis meses, y un contable, Simon Keeble, fue nombrado por Akagi para ser sus ojos y oídos, dirigir la empresa y básicamente mantener el bajo presupuesto. Si hay una persona a la que nunca, nunca se le debe permitir dirigir un equipo de F1, ¡es a un contable!".
Ivan Capelli, Leyton House CG901 Judd, por delante de Alain Prost, Ferrari 641/2
Akagi había pasado a desconfiar de Newey por haber arruinado un acuerdo de motores con Porsche.
"Quería que nos quedáramos con el motor de Porsche para tener el prestigio del nombre", dice Newey. "Miré el motor, que era básicamente dos viejos motores TAG turbo unidos, y me di cuenta de que no había manera de que fuera a ser competitivo, era el motor que acabó en Arrows".
"Pero el motor Judd no iba tan bien tampoco, así que encargué a mi viejo amigo Mario Illien que construyera un motor Ilmor. Fue la decisión correcta técnicamente, pero molestó mucho a Akagi por su lado político, que no nos había explicado. Eso hizo que me cogiera manía".
Después de consultarlo con Phillips, que se estaba recuperando de su enfermedad, pero aún no estaba trabajando, Newey decidió dejar el equipo y rechazó un trabajo mejor remunerado como director técnico de Arrows para convertirse en diseñador jefe de Williams.
De hecho, Newey ni siquiera había estado en Paul Ricard para disfrutar del casi triunfo de Capelli, ya que había dejado el equipo días antes, pero esa carrera es un epílogo perfecto para su aventura en Leyton House.
"Lo bueno de Leyton House es que si hubiera entrado directamente con un equipo formado, grande o pequeño, habría intentado establecerme dentro de un grupo de diseño existente", señala Newey. "Era genial poder hacer cosas en un grupo sin experiencia y sin conceptos previos. Confiamos en nuestros instintos, en nuestro juicio y en los resultados del túnel de viento".
"Fue muy triste ver al equipo decaer. Si hubiera habido dinero e Ian hubiera estado ahí para dirigirlo, podríamos haber llegado a alguna parte. Mi decisión de unirme a Red Bull estuvo en parte motivada por esa sensación de asuntos pendientes con Leyton House".
"Tenía los ingredientes para ser competitivo. No digo que hubiéramos ganado campeonatos del mundo, pero habríamos estado luchando por victorias".
No hubo triunfos para Leyton House, el pequeño equipo que podría haber sido uno de los grandes protagonistas de los años 90. Pero el solo hecho de que hubiera destellos de brillantez y esperanza de futuro, tal vez hace que la historia sea un poco más emocionante.
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