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Opinión

'Madrugón en Melbourne', por Jacobo Vega

Hace ya casi 18 años, yo era un simple aficionado a las carreras, que tenía por costumbre trasnochar para ver el Gran Premio de Australia de F1, cita que tradicionalmente abría el mundial. Dos años antes el madrugón había merecido mucho la pena.

Fernando Alonso antes de la carrera

Foto de: Minardi Formula 1

Mis amigos no entendían muy bien que me fuera a casa en lo mejor de la noche, pero yo disfrutaba mucho encendiendo la televisión y viendo aquellas retransmisiones que, gracias a Canal Satélite Digital, mejoraron mucho lo que había previamente. Fueron los precursores de las retransmisiones que tenemos hoy en día, con varios canales, distintas cámaras y las tablas de tiempos, que se convertían en un ‘must’ sobre todo el día de la clasificación.

Aprendí mucho esos años con las narraciones y comentarios de Carlos Castellá, Raimon Durán o Pablo de Villota, a los que he tenido la suerte de conocer posteriormente y de seguir aprendiendo junto a ellos. En esa época, jamás pensé que me iba a dedicar profesionalmente a lo que me dedico, mi vida profesional derivaba por otros caminos.

Como digo, esa primera carrera del año en Melbourne era especial, por ser la primera del año y por darle acción a los largos inviernos sin carreras. En 1999 teníamos de nuevo representación española en la parrilla por primera vez desde que lo hiciera Luis Pérez Sala en 1988 y 1989. Diez años tuvieron que pasar y además, como en aquella época, la representación fue doble. En esa carrera de Australia, Pedro de la Rosa conseguía puntuar en su debut con aquel Arrows y Marc Gené abandonaba tras un accidente.

Pero el Gran Premio de Australia verdaderamente ilusionante fue aquel de 2001 en el que debutó un chico de Oviedo del que sólo habían oido hablar los más aficionados al automovilismo. Hay que acordarse de que, aunque ya existía internet, no era igual que ahora, la información no fluía por el mismo caudal y Alonso y la F1 estaban lejos de ser fenómenos de masas en nuestro país.

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La carrera no tuvo mucha historia, con Schumi ganando cómodamente y con muchos incidentes en la pista. Por desgracia, mucha gente recuerda ese domingo por la muerte de un comisario al que golpeó una rueda después del accidente de Jacques Villeneuve y Ralf Schumacher.

Pero yo recuerdo esa carrera por la ilusión de ver debutar a Alonso. Con un Minardi lejos del rendimiento, no ya de los coches de cabeza si no de los que compartían la parte de atrás de la parrilla, fue capaz de clasificarse delante de Mazzacane (Prost) y de Burti (Jaguar) y se quedó a sólo una décima del Arrows de Bernoldi y a poco más de tres del Benetton de Fisichella.

El domingo, tras una especie de carrera de eliminación, quedó 12º, aunque desde la salida se vieron las carencias de su Minardi. Al acabar el gran premio le dijo a Adrián Campos, su manager en aquella época, la famosa frase de “aquí me va a costar ser el jefe”. Y le costó, incluso con un año fuera de la competición como probador. Pero terminó siéndolo.

Los números en la F1 son importantes, pero la dependencia del coche para lograr victorias o títulos, hace que haya más discusión que en otros deportes acerca de quién es el mejor y por qué. Los números de Alonso son unos números importantes, pero lejos de los siete títulos de Schumacher, de los cinco de Fangio y Hamilton o de los cuatro de Prost o Vettel. Sin embargo, hay pilotos como, por supuesto, Ayrton Senna, Jackie Stewart, Jim Clark o el propio Fernando Alonso que, sin tantos títulos, son considerandos tan grandes como los que más poseen. Incluso alguno de los que más títulos tiene, nunca estará en el Olimpo de la F1 en el imaginario de la mayoría de aficionados.

Esta próxima carrera no será en Australia, no habrá que madrugar, habrá televisión en 4K, Twitter, apps y será a mediodía, pero a mí me va a emocionar tanto como aquella de Melbourne en 2001. Porque queramos o no, aquí se cierra una época dorada para la F1 en España. Yo he tenido la suerte de haber vivido en directo 30 de las 32 victorias de Alonso, haber compartido momentos con él en los circuitos y fuera de ellos y saber siempre que he estado al lado de uno de los grandes deportista españoles de la historia.

Fernando dice que esto no tiene porque ser un adiós definitivo a la F1, pero yo me hago a la idea de que sí lo es, para no llevarme desilusiones. Y, mientras tanto, disfrutaré de sus carreras en la Indy, WEC, Le Mans, Daytona o donde se le ocurra competir.

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