Iannone se da una segunda oportunidad cuatro años después

El controvertido piloto italiano de 34 años está viviendo su particular segunda oportunidad. La de Andrea Iannone es la típica biografía de un deportista errático. Con un talento natural para ir rápido en moto fuera de toda duda, su carácter, personalidad y entorno, han marcado siempre los vaivenes de su vida.

Iannone llegó al Mundial de 125cc sin más ayuda que su talento, el apoyo de su familia y una habilidad innata para ir deprisa pese a tener, entonces, solo 16 años. Los inicios no fueron sencillos, y pese a que estuvo tres años sin hacer resultados, Aprilia vio el aquel chico madera de campeón. Su primera victoria llegó en China, en la cuarta carrera de 2008, sumando dos más el curso siguiente, el último en la clase pequeña.

Ya en Moto2 (2010), Iannone empezó a dar muestras de que era un aspirante sólido a llegar a la clase reina, logrando tres años consecutivos el tercer puesto de la general, creándose una rivalidad muy competitiva con Marc Márquez, con el que coincidió en 2011 y 2012 en Moto2, saltando verdadera chispas en sus enfrentamientos. Como Márquez, en 2013 Iannone dio el salto a MotoGP con Ducati.

Gigi Dall’Igna, que le había tutelado en sus años de 125cc en Aprilia, le vio como un contrapunto ideal a Andrea Dovizioso, con una personalidad y forma de encarar las carreras absolutamente opuestas.

Tras dos años de adaptación a la categoría y la moto, 2015 fue el de la consagración del italiano, capaz de conseguir sus primeros podios en la clase y replicar algunos de los intensos duelos con Márquez, como aquel inolvidable de Australia aquel curso.

Andrea Iannone, Team Go Eleven

Photo by: Gold and Goose / Motorsport Images

Pero fue en 2016 cuando Iannone fue capaz de entregar a Ducati la primera victoria en MotoGP para el fabricante de Bolonia desde la era de Casey Stoner, en el GP de Austria. Una victoria que llegó tarde para el de Vasto.

Por qué Iannone no siguió en Ducati

A principios de aquel 2016 Ducati anunció el fichaje de Jorge Lorenzo y el 19 de mayo Suzuki hizo público que había llegado a un acuerdo con Iannone, después de no aceptar éste la renovación con Ducati.

Dall’Igna le ofreció seguir, sacrificando a Dovizioso, pero el entorno del piloto de Vasto le infló la cabeza con números poco realistas (Lorenzo iba a cobrar 30 millones por dos años) y las negociaciones se rompieron.

Tras un primera año muy discreto en Suzuki, Iannone completó un 2018 más efectivo, logrando 4 podios y acabando 10º el campeonato, unos números que no fueron suficientes para ganarse la renovación, ya que el equipo de Hamamatsu apostó por la juventud emergente de Joan Mir.

En 2019, Iannone cerró el circulo en el paddock de MotoGP, volviendo a la casa que le había dado la alternativa 15 años atrás, la de Noale, con la que disputó 17 grandes premios firmando su peor temporada en la clase reina, solo 43 puntos (16º de la general).

La dolce vita pasa factura

Para entonces, Iannone ya era más conocido por su vida personal, sus romances con famosas, apariciones en la prensa del corazón y por ser una celebridad en las redes sociales, que por sus resultados en la pista.

El piloto empezó a transformar su cuerpo con operaciones estéticas y machacándose en el gimnasio, hasta que unos complementos para mejorar la definición de sus músculos le cambió la vida por completo, y no para bien.

Andrea Iannone, Team Go Eleven, junto a su padre

Photo by: Gold and Goose / Motorsport Images

El 3 de noviembre de 2019, durante el GP de Malasia, Iannone se sometió a un control antidopaje aleatorio, en el que se detectó la presencia de 'drostanolona', lo que derivó en un procedimiento disciplinario interno de la FIM, que le sancionó con 18 meses.

Seguro de su inocencia, o por inconsciencia pura, Iannone no aceptó la sanción y trató de demostrar que se trababa de un error, asegurando que la 'drostanolona' la había ingerido con un filete que se había comido en Malasia, por lo que apeló y pidió ser absuelto.

Lejos de atender su apelación, la Agencia Mundial Antidopaje consideró que el piloto no era capaz de aclarar el origen de la ingesta de la sustancia prohibida, y en consecuencia pidió una sanción de cuatro años, como así acabó aplicando el TAS, un castigo que concluyó el pasado mes de diciembre.

Espíritu de superación inquebrantable

Lejos de hundirse, Iannone, que en aquellos años no estaba tomando las mejores decisiones ni dentro ni fuera de la pista, se revolvió contra la situación y se marcó el objetivo de regresar. Con solo 30 años, el corredor no quiso dar por zanjada una carrera por la que, en aquel momento, nadie daba ni un céntimo. Solo él.

Desde su última carrera con Aprilia, el GP de Valencia 2019, hasta el pasado sábado, cuando volvió a competir con una Ducati en el Mundial de SBK, pasaron 1.560 días, más de 222 semanas, una auténtica eternidad. Pero durante toda esa interminable travesía del desierto, Iannone no bajo los brazos ni se rindió, se preparó, siguió entrenando y confiando en su velocidad, un talento que volvió a resurgir, ofreciéndose a sí mismo una segunda oportunidad.

Andrea Iannone, Team Go Eleven

Photo by: Gold and Goose / Motorsport Images

No subía Iannone a un podio del Mundial de MotoGP desde el 28 de octubre de 2018, precisamente en Australia. 1945 días después, en ese mismo escenario, Iannone firmaba su primer cajón en la primera carrera del curso WorldSBK, al manillar de una Panigale V4 del equipo Team Goeleven, que recibió la bendición y el apoyo de Gigi Dall’Igna, el capo de Ducati, que 20 años después de llevarle al mundial de 125cc le ha dado una nueva oportunidad.

Como curiosidad, Andrea compartió parrilla este sábado en Phillip Island con algunos de los corredores que estuvieron en pista en su último podio, hace más de cinco años: Alvaro Bautista, Danilo Petrucci o Scott Redding, testigos de excepción de uno de los regresos más espectaculares, por inesperado, de la historia del deporte.

Por todo ello, seguramente el sábado fue el día más importante en la vida de Iannone, no solo por el resultado, ni por comprobar que sigue siendo rápido, ni siquiera por callar las bocas de quienes le dieron por muerto y enterrado. Lo fue, posiblemente, porque el sábado Andrea confirmó que había sido capaz de aprovechar la segunda oportunidad que le había ofrecido la vida.