30 años del primer título de Sainz y Moya en el WRC
El primer Mundial de Rallies de Carlos Sainz y Luis Moya llegó en octubre de 1990, a los mandos de un Toyota Celica GT-4 en el Rally de Sanremo. Recordamos la gesta histórica.
Hace 30 años... ¡y parece que fue anteayer! Carlos Sainz y Luis Moya entraron en la historia del Mundial de Rallies una tarde de octubre de 1990. También era 18, como hoy, y los dos jóvenes españoles se colaron en la élite a base de cambiar el método de trabajo y pelear por sus sueños como ninguno.
El piloto madrileño apenas llevaba 15 citas mundialistas disputadas antes de la temporada 1990, la que le catapultaría a la historia. Pero sus tres podios en Finlandia, San Remo y Gran Bretaña una temporada antes, en su estreno con Toyota y el Celica GT-4 ya fueron un aviso.
La temporada comenzó casi de forma perfecta, con un podio en la primera cita, el Rally de Montecarlo, a solo 54 segundos de Didier Auriol, uno de sus máximos rivales aquel año con el Lancia Delta Integral 16V.
En Portugal, un fallo en la caja de cambios les dejó fuera (único abandono del año y en un rally que solo acabaron 34 de los 108 inscritos). En el Rally Safari de Kenia, donde se inscribió a última hora tras convencer a su jefe, Ove Andersson, y pilotaron el coche reserva del especialista Bjorn Waldegaard, fueron cuartos.
Desde entonces, Sainz y Moya no se bajaron del podio (cuatro victorias, tres segundos puestos y un tercero) en su lucha férrea con Auriol. En el Rally Acrópolis llegó esa ansiada y acariciada primera victoria en el Mundial y el español se colocó al frente de la general por cinco puntos.
Pero quizás el verdadero punto de inflexión para Sainz y Moya llegó dos meses después, a finales de agosto. En tierras escandinavas, donde solo los pilotos nórdicos habían logrado ganar en el famoso 1000 lagos (y otros tantos saltos), los españoles dejaron su huella en la eternidad y en el corazón de los aficionados a los rallies al imponerse por 19 segundos a Ari Vatanen (Mitsubishi) a una velocidad medida de 112,7 km/h.
Y en Sanremo, en la costa italiana donde el verde que lo rodea todo se fusiona con los cientos de colores de las fachadas, allí donde Lancia era considerada como dueña y señora de las carreteras y caminos, Sainz y Moya dictaron sentencia.
Sainz protagonizó un duelo sensacional con el campeón vigente, el italiano Miki Biasion, llegando a encabezar con más de un minuto de ventaja la general del rally antes del último tramo del penúltimo día (San Martino in Colle, de 18,31 km). Allí, los españoles sufrieron un vuelco, pero pudieron continuar, quedándose a 56 segundos de Auriol, nuevo líder. En cambio, Biasion tuvo que abandonar.
A partir de ahí, en los tramos nocturnos que restaban, Sainz aguantó el tipo y resistió en el tercer puesto que le daba matemáticamente su primer mundial de rallies, el sueño de toda una vida, con 28 años.
La emoción se desató a su llegada al parque de asistencia final y la ciudad de Madrid le recibió echada a la calle vitoreando el nombre de su campeón, que miraba con ojos humedecidos desde el balcón de la Plaza de la Villa (antigua sede del Ayuntamiento).
El Toyota Celica GT-4 fue el primer coche japonés en ganar el WRC, pero fraguaría su propia leyenda en los años venideros y Sainz tendría mucho que ver en ello.
Más fotos de Sainz y Moya en el WRC 1990
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