El semáforo del Gran Premio de Malasia de MotoGP

Márquez en plena persecución de Rossi durante la carrera, el de Honda presionó al italiano, que acabó cayendo.

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Verde

Marc Márquez sumó la novena victoria de la temporada y la cuarta en las cinco últimas carreras, demostrando que este año no tiene rival. Ni siquiera saliendo 7º en parrilla tras una sanción de seis puestos por entorpecer en la Q2 a Andrea Iannone.

Tras ganar el título en Japón en la primera oportunidad que se le presentaba y después de haber conseguido la victoria en Aragón y Tailandia, era difícil saber de dónde iba a sacar la motivación el piloto de Honda para seguir ganando, para seguir arriesgando y para seguir creyendo casi cuando parecía imposible.

Porque la carrera de este domingo, en Sepang, tenía nombre y apellidos en la persona de Valentino Rossi, que protagonizó una de las mejores actuaciones que se le recuerdan.

Pero Márquez quiso cambiar el guión de la película y, en un circuito donde ni ganaba ni se subía al podio desde 2014, olió la debilidad de Andrea Dovizioso y se fue a por una victoria que a 10 vueltas del final parecía una quimera.

Sin necesidad alguna, Márquez arriesgó en la salida, se jugó la caída con dos nuevas salvadas para la colección, y cuando eliminó a todos los rivales menos al italiano, se fue a por él, limando milésima a milésima, y llevando a Valentino a arriesgar, a jugar con el límite y, finalmente, encontrarlo.

Porque no tengan la más mínima duda, si la ventaja de Valentino a 4 vueltas para el final hubiera seguido creciendo, o se hubiera mantenido por encima del segundo, no habría caído. Márquez peleó la victoria, seguramente soñando con un final cuerpo a cuerpo con Valentino. Pero al final encontró el camino franco a su novena victoria del año, su segunda mejor temporada desde que está en MotoGP, por detrás de aquel todavía aún hoy increíble 2014, en el que logró 13 victorias, las 10 primeras consecutivas.

No me olvido, tampoco, de la gran carrera que protagonizó Alex Rins al manillar de una Suzuki que cada día va mejor, y que apunta a grandes cosas de cara al año que viene. La temporada del español está siendo, de menos a más, fantástica y queda Valencia aún para tratar de ponerle la guinda al pastel. Difícil, pero no lo descarto.

Valentino Rossi llegó a tener 1.4 segundos de ventaja liderando la carrera antes de irse al suelo.

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Amarillo

Valentino Rossi no pudo completar la que, probablemente, iba a ser su mejor carrera de la temporada, incluso de los últimos años. Una vez más se demostró que la vida, en muchas ocasiones, es un estado de ánimo. Valentino vivió muchas emociones el domingo. La primera victoria de su hermano, Luca Marini, en el Mundial, o el título de uno de sus pupilos, Pecco Bagnaia, que supuso el primer campeonato para el equipo VR46. Muchas alegrías, muchas sensaciones.

Con toda esa carga de energía positiva, Rossi salió a la carrera de Sepang como un verdadero león, se puso al frente de la carrera saliendo en primera fila de parrilla, y lideró con una consistencia que no se veía desde hacía mucho tiempo.

Entre la vuelta 2 (la primera lanzada) y la 15, Valentino rodó, todos los giros, con una precisión quirúrgica, marcando 2.01.0 en 8 vueltas, 2.01.1 en 3 y 2.00.9 en las restantes 3, marcando su mejor giro en la vuelta 10, justo a mitad de carrera, con 2.00.912. Un ritmo que no estaba al alcance de nadie. En esas 15 vueltas el crono del italiano se mantuvo en un rango de menos de 3 décimas de segundo en un circuito de 5,54 kilómetros de longitud.

Justo en la vuelta 16, una antes de la caída, Rossi hizo su peor vuelta (2.01.372) un claro signo de que los neumáticos empezaban a caer. Eso y la presión de Marc Márquez llegando desde atrás llevó a Valentino a cometer un error en la vuelta 17, a cuatro del final, que le dejó sin la victoria.

Otro detalle a tener muy en cuenta fue que Valentino, demostrando una gran profesionalidad, levantó la moto y siguió en carrera, aguantando las tres últimas vueltas pese a saber que no iba a puntuar y que, de ese modo, perdía matemáticamente la posibilidad de luchar por el subcampeonato.

Cuatro vueltas, 20 miserables kilómetros, separaron a Rossi del que hubiera sido, sin duda, el día más feliz de su vida.

Paolo Ciabatti y Davide Tardozzi, responsables de Ducati en los circuitos.

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Rojo

Malasia estaba marcado en rojo en el calendario de Ducati para cerrar la temporada 2018 con un resultado de relumbrón. En la pista donde habían ganado los dos últimos años, y con doblete 1-2 en 2017, la fábrica de Borgo Panigale esperaba conseguir la séptima victoria del curso, mejorando la marca de seis triunfos de 2017. Pero todo salió mal.

Ducati no gana desde San Marino, el 9 de septiembre, y ha protagonizado una gira asiática para olvidar, tanto en el plano deportivo, como en la dinámica de equipo. La lesiones han impedido a Jorge Lorenzo subirse a la moto desde Tailandia, donde reapareció y sufrió una caída que le ha dejado fuera de combate hasta hoy.

El equipo no asumió entonces la gestión de la recuperación del piloto, seguramente porque es lo habitual en este tipo de deportes, como en el tenis y a diferencia del fútbol, por ejemplo. Y a partir de ahí la bola se ha ido haciendo grande, surgiendo dudas y reservas por ambas partes. Una situación que debería haberse atajado desde el equipo, pero que Dovizioso sacó a la luz pública con sus declaraciones asegurando que todo era “muy extraño”, y que Lorenzo acabó de salpimentar desde sus redes sociales.

Ahora Ducati se quiere poner dura, incluso amenaza a Jorge con no pagarle todo el contrato, pero llega tarde. Con una carrera por delante en Valencia, lo mejor ya es que acaben lo mejor que puedan y se centren en la próxima temporada, en la que Danilo Petrucci, absolutamente hundido y desaparecido en combate, es la gran apuesta del CEO de la marca, un Domenicali que, por cierto, hace meses que no aparece por los circuitos.

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