El semáforo del Gran Premio de Francia
Como cada lunes después de las carreras, te ofrecemos nuestra particular opinión sobre el fin de semana del Gran Premio de Francia de MotoGP.
Marc Marquez, Repsol Honda Team
Gold and Goose / Motorsport Images
Verde
Marc Márquez sumó su tercera victoria consecutiva tras ganar en Austin, Jerez y este domingo en Le Mans dando un verdadero hachazo al Mundial, no tanto por el triunfo y los 25 puntos que acumula, como por las ceros que se llevaron el que hasta el domingo era segundo de la general, Johann Zarco, y el que todos señalan como gran rival del de Honda para la lucha por el título, Andrea Dovizioso. Marc es ahora líder con 36 puntos de ventaja sobre el segundo, el errático Maverick Viñales, y la impresión, más que esa gran diferencia, es de que la cosa sólo va a ir a más, como dijo el mismísimo Valentino Rossi. “La ventaja de Márquez es grande, pero lo que más preocupa es que está destinada a aumentar carrera a carrera”.
La Honda 2018 en manos de Márquez parece una moto imbatible. Va rapidísimo en las pistas donde siempre lo ha ido y también en las que históricamente le han costado un poquito más, como Jerez o el mismo Le Mans, donde no ganaba desde 2014, hasta ahora su única victoria en Francia con la MotoGP. Ese año, recordemos, Márquez ganó las 10 primeras carreras de forma consecutiva y terminó el curso con 13 triunfos en 18 carreras, y ahora mismo la impresión es de estar más cerca de aquello que de un final hasta la última carrera como sucedió el pasado año.
La próxima carrera se disputa en Mugello, Italia, feudo de Ducati y pista en la que Dovizioso logró su primera victoria del curso el año pasado. Si allí gana Márquez, cosa que no se descarta por lo rapidísimo que fue en los test de hace dos semanas en esa pista, el Mundial estará finiquitado. Y no por la diferencia de puntos, sino porque la superioridad de este piloto respecto al resto es, ahora mismo, notable. Es capaz de ir rápido en cualquier condición, en todo tipo de pistas e incluso sin ser el que tiene el mejor ritmo. Marc Márquez es, ahora mismo, un piloto total y anímica y mentalmente está en el mejor momento de su carrera.
Amarillo
Danilo Petrucci sigue construyéndose como piloto a sí mismo, pasito a pasito, despacio pero hacia delante. El italiano no ha ganado nunca una carrera en el Mundial, sólo ha corrido en MotoGP, pero por su trabajo y constancia en los últimos años se ha labrado el respeto y cierta admiración. Las caída de Dovizioso y Zarco, posiblemente, le alisaron el camino al podio, pero eso nunca lo sabremos. La realidad es que fue segundo en una carrera complicada y aunque nunca dio la impresión de estar en disposición de luchar por la victoria, sí consiguió algo que no todo el mundo es capaz de lograr: mantener a raya a Valentino Rossi. El de Yamaha merece tanto como el del Pramac Ducati cualquier reconocimiento tras la carrera de Le Mans. Con un equipo que va a la deriva, en el que no se sabe quien manda a nivel técnico y en el que reina el desconcierto, Rossi logró subir al podio tras un fin de semana complicado, saliendo muy atrás en parrilla y demostrando, una vez más, que le echen lo que le eche, el domingo él es un piloto de carreras. No es fácil mantener la presión de un piloto como el italiano detrás, y volvemos a Petrucci, que tuvo el mérito de conseguirlo, manteniendo un ritmo y una concentración importante.
Un buen resultado, sin duda, que ha servido de mecha para incendiar, aún más, la campaña que la prensa italiana tiene montada con el objetivo de llevar a Petrux al equipo oficial Ducati. Sin duda sería la guinda para la atípica carrera de este piloto, que llegó de la nada, sin pasar ni por Moto3 ni Moto2 y que podría, el próximo año, estar en una de las escuderías más legendarias del planeta. Sin duda, si lo logra será por méritos propios, y también por la presión de la prensa transalpina, muy insistente cuando le interesa, y sin duda, también, será el momento de ver de qué pasta está hecho este piloto. Estar en un equipo satélite y hacer seis o siete carreras buenas al año, con cuatro podios, es un resultado excelente, pero llegar a una fábrica significa tener que dar la cara en cada carrera y luchar por ser campeón del mundo, algo que en el Siglo XXI sólo lo han logrado cinco pilotos, y uno está retirado, otro, desgraciadamente, muerto, y un tercero rozando los 40 años de edad. Suerte en ese desafío, la va a necesitar.
Rojo
Andrea Dovizioso se fue al suelo cuando lideraba la carrera de Le Mans, solo, en un error imperdonable. El de Ducati era, según él mismo dijo, el piloto con mejor ritmo de todos los que estaban en la parrilla, y tras unas pocas vueltas llegó al frente de la carrera. Una vez allí solo tenía que gestionar, aguantar el ataque de Marc Márquez y tratar de recortarle unos puntos en la general al español para llegar a Mugello, en su carrera de casa, con opciones de empezar a presionar al de Honda. Pero nada de eso ocurrió, se fue al suelo y sumó su segundo cero de la temporada.
Hace un año, Dovizioso no contaba para nada ni para nadie, ni era candidato ni aspirante, pero llegó a Mugello y ganó. Y volvió a ganar en la siguiente carrera, en Barcelona, y empezó a creer, a confiar y a aspirar, hasta llevar la pelea por el título a la última carrera. La diferencia es que el pasado año, Dovizioso llegó a Mugello con 54 puntos, cuatro menos que Márquez en aquel entonces. Fue, además, justo el gran premio en el que Michelin cambió los neumáticos y Yamaha desapareció del mapa. Además, pilló a Marc, y a todos, por sorpresa. Era el tapado, la revelación, no tenía presión de ningún tipo y nadie le pedía nada. Y casi da la sorpresa. Casi.
Este año es muy diferente. El de Ducati llegará a Mugello con casi 50 puntos de desventaja, y aunque es cierto que quedan muchas carreras por delante y pueden pasar muchas cosas, en el estado de forma actual de Márquez recortar dos carreras completas de desventaja se va a convertir en una losa para Dovizioso. Y más ahora, que ya se le pide, se le exige, siente la presión y ya no puede pillar a nadie por sorpresa.
Tras muchos años en el Mundial sin hacer nada reseñable, Dovizioso supo aprovechar el pasado año las circunstancias para dar un paso adelante. Se alinearon muchas variantes. La hecatombe de Yamaha, el hecho de que un piloto que ganaba carreras cada año dejó de hacerlo, como fue el caso de Lorenzo, el paso adelante de Ducati, el cambio de neumáticos en un momento estratégico, o que el año anterior, en 2016, las victorias se las repartieran hasta nueve pilotos, mientras que en 2017 la cosa se redujo a cinco ganadores.
Dovi supo aprovecharlo, estaba en el sitio justo el momento adecuado, y con seis victorias en un curso (cuando sólo había sumado dos en los nueve anteriores años, y ninguna en seco) le otorgaron el perfil de piloto top, haciéndole entrar en el grupo de los elegidos. No voy a ser yo quien ponga en duda si Dovizioso es, o no, un top rider, pero igual que una flor no hace verano, una buena temporada no hace a un campeón. Tras su gran papel, indudablemente, en 2017, el italiano debe demostrar ahora, con la presión de ser favorito y la obligación de ganar, y sin ir de tapado, si es, de verdad, un campeón.
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