El semáforo del Gran Premio de la República Checa de MotoGP

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Definitivamente Marc Márquez está en otra galaxia. La exhibición del piloto de Honda en Brno pasará a la historia. Lo hará porque el sábado, con una pole superlativa, igualó al legendario Mick Doohan, y el domingo, con una victoria magistral, alcanzó a otra leyenda, Mike Hailwood. Nombres que han marcado la historia del motociclismo de la que el español es ya, sin duda, parte importante.

Sin embargo, dejando a un lado los números, las estadísticas y las marcas que tanto gustan, lo realmente impresionante de Marc es verle hacer cosas que no parecen al alcance de la lógica. La pole del sábado, a 300 km/h sobre el filo de una navaja, con neumáticos de seco en una pista húmeda, es una demostración de pilotaje sublime, pero sobre todo es un ejercicio de confianza en sí mismo, en su moto y en su equipo. Una verdadera exhibición de fortaleza mental y una declaración de que se atreve con todo.

Márquez ha sabido leer este año cuáles fueron las fortalezas, la pasada temporada, de su mayor rival, Andrea Dovizioso y la Ducati. Ha entendido que el italiano basaba su éxito en imponer el ritmo que más le convenía siempre que tenía ocasión de hacerlo, en controlar las carreras, liderar las vueltas y guardar fuerzas, físicas y mecánicas, para el final. Una invitación a Marc a jugarse las victorias en la última curva a la que Dovi sabía llegar con más fuerza que el español.

Detectado el problema, Santi Hernández [su ingeniero] y Marc han cambiado su forma de encarar las carreras, han cerrado la puerta a que Dovi lidere y controle el ritmo, imponga las reglas del partido. Marc ha renunciado a su ‘diversión’ de jugarse las carreras a un cara y cruz (se topó el año pasado con algunas cruces dolorosas) para ganar por superioridad y aplastamiento, obligando a sus rivales a darlo todo desde la misma salida y dejándolos sin fuelle con el paso de las vueltas.

Que Dovizioso haya ganado una sola carrera, que Viñales sea tan sensible a las condiciones de temperatura o que Rins se haya ido al suelo dos veces estando delante o, como el domingo, se quedara sin neumáticos antes de hora, no es casualidad, es fruto de la exigencia a la que Márquez ha elevado la lucha en MotoGP.

Márquez es el mejor, de largo, de la parrilla y si además es él quien impone las reglas del juego y el ritmo al que se compite es, para sus rivales, imbatible.

El próximo fin de semana, en un circuito eminentemente Ducati y donde sólo han ganado las motos rojas desde que regresó al calendario, Márquez querrá echar el cierre a una temporada que ya solo el ‘fin del mundo’ podría hacer variar de rumbo.

En su mente está ganar en la única pista donde todavía no lo ha conseguido, y aplastar definitivamente a Ducati, a Dovizioso y a todos los que, increíblemente aún a día de hoy, todavía no se han dado cuenta de que hemos tenido la inmensa suerte de coincidir en el tiempo con el, posiblemente, mejor piloto de la historia.

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Seguramente a Jack Miller no se le ha valorado en su justa medida durante su carrera como piloto del Mundial. Su prematuro salto a MotoGP desde Moto3 fue muy criticado en su momento, pero la victoria de Assen en 2016 zanjó aquel debate. Honda no apostó nunca abiertamente por él, entregándole durante tres años motos de desguace. En su segundo curso con Ducati y primero con material realmente de fábrica, el australiano ha subido su nivel de pilotaje y ha encontrado una regularidad que le mantiene, carrera tras carrera, en la parte alta.

Además de los dos podios que ya acumula (Termas y Brno), Jack suma dos cuartos puestos, un quinto y un sexto, siempre en la pomada, siempre con opciones. Más maduro y centrado, el chico de Townsville sigue esperando la renovación con Ducati, atada de pies y manos por un contrato con Pecco Bagnaia que les obliga a darle al joven italiano una moto full factory en 2020.

En Borgo Panigale están muy preocupados con Bagnaia, menos fuerte mentalmente de lo que esperaban y más aprensivo a los malos resultados de lo previsto. Pecco pasa por un mal momento anímico y la confirmación de que el próximo curso seguirá siendo el segundo piloto de Pramac (que es lo mismo que decir el cuarto de Ducati), y que contará con la misma moto que Miller, puede acabar de hundir su frágil mentalidad. Por eso las dos escuderías italianas están tratando de llevar el tema con el mayor tacto posible, retrasando una renovación absolutamente merecida para el cada día más solvente y rápido Miller.

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Yamaha volvió a la realidad. Tras los chispazos de genialidad de Fabio Quartararo y dos excelentes carreras de Maverick Viñales en Assen y Alemania, las condiciones cambiantes del fin de semana marcaron nuevamente el funcionamiento y las prestaciones de la M1.

En Brno, la mejor Yamaha fue la de Valentino Rossi, a más de 9 segundos del ganador, con Quartararo (7º) a 12 segundos y Maverick (10º) a 16,5 lo que significa que perdió más de 8 décimas por vuelta. Un drama.

Las buenas actuaciones de Mack y Fabio en las últimas carreras antes de las vacaciones hacían pensar en un resurgir de Yamaha que podía ajustar la segunda parte del campeonato, pero el fin de semana checo ha sido un mazazo, un jarro de agua fría que les devuelve a una realidad incómoda.

Tan incómoda como las dudas que existen en ese equipo sobre qué camino seguir, quién debe liderar el proyecto o cómo deben situarse las fichas de cara al futuro. Ver al jefe de Yamaha en MotoGP dando explicaciones a un piloto por lo que dice o deja de decir nos lleva a pensar que, por mucho que las apariencias nos vendaran los ojos, las cosas siguen exactamente igual que siempre.

En Honda se siguen las indicaciones de Márquez. En Ducati, las de Dovizioso. En Suzuki, las de Rins. ¿Qué indicaciones se siguen en Yamaha? Este lunes, en Brno, se ha puesto en pista el motor que será la base de la moto de 2020. Quién decidirá si van por el buen camino, si ha de ser más agresivo o más dulce, si debe tener más bajos o estirarse más...

El equipo japonés con base en Italia es un mar de dudas y miedos, y mientras no salgan de ese espiral y empiecen a tomar decisiones, seguirán siendo la cuarta moto de la parrilla.

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