La metamorfosis que se esconde detrás del triunfo de Viñales en Qatar

Este fin de semana, en Qatar, coincidieron una serie de elementos que perfectamente podían haber provocado que emergiera la versión más errática del español. Esa que en los últimos dos años hizo que la determinación que le llevó a ganar con Suzuki (2016) y a fichar por Yamaha perdiera cuerpo y quedara muy empequeñecida por las dudas.

Sin embargo, Maverick Viñales se reveló contra esos condicionantes uno a uno, y el domingo interpretó la carrera mejor que nadie, circunstancia que le permitió abandonar el circuito de Losail, ya de noche, como el gran vencedor del primer asalto de un combate programado a un total de 19.

Quien piense que este triunfo, el noveno de su hoja de servicios, llegó por inercia, se equivocará completamente, porque tras él se esconde un nuevo enfoque por parte del catalán, tanto dentro de la pista como fuera de ella.

El primero contratiempo llegó pronto: Esteban García, su jefe de mecánicos y el encargado de la puesta a punto de la M1, no pudo entrar al circuito hasta la jornada del sábado debido a una reacción de su cuerpo tras administrársele la primera dosis de la vacuna contra el coronavirus. Esa ausencia, en un momento tan crucial como el primer gran premio del curso, sería un argumento suficientemente potente como para desestabilizar a cualquiera, pero eso no ocurrió esta vez con Viñales.

Su rendimiento durante las sesiones libres fue bueno, y en la cronometrada fue capaz de meterse en la primera fila de la parrilla, algo capital porque, como llevaba repitiendo desde hacía varias semanas, sus opciones de imponerse a las Ducati pasaban por hacer una salida perfecta.

Y por más que la arrancada no fue tan mala como en otras ocasiones, el de Yamaha no fue capaz de impedir que cuatro de las balas de Borgo Panigale y la M1 de Fabio Quartararo, su nuevo vecino de taller, cruzaran la primera vuelta por delante de él, que lo hizo el sexto.

Esa obsesión por salir bien perfectamente podría habérsele girado en contra a Viñales, que a pesar de ello no perdió la calma en ningún momento y se aplicó para encontrar la fórmula que finalmente le llevó a cruzar la meta el primero, con un colchón de más de un segundo sobre Johann Zarco, después de pasarse los últimos giros contemporizando para no quedarse sin gomas.

La estrategia fue impecable por su parte. Durante el primer tercio de carrera se mantuvo siempre en el grupo de cabeza, pero sin forzar, ni meterse en líos. Después pasó al ataque y, en cinco vueltas (de la 8 a la 12), arrasó a los cuatro rivales que tenía por delante. Cuando se quitó de en medio al último (Bagnaia), en el 16º giro, dio un tirón –incrementó su ritmo cuatro décimas por vuelta entre la 17 y la 19– y dejó a todos sin respuesta.

“Y si te fijas, a todos les pasó en la misma curva, la 10”, destaca en conversación con Motorsport.com una voz que sale de su lado del box de Yamaha. “Durante los entrenamientos libres fue estudiando dónde podía pasar. Identificó dos puntos favorables para él: la curva 6 y la 10. Y la mayoría de adelantamientos los hizo en la 10, aprovechando que salía de la 9 con mucha velocidad".

“Hemos variado un poco en la mentalidad, somos más fuertes en los adelantamientos. Trabajado para explotar los puntos fuertes de esta moto, en los cambios de dirección y en las curvas”, puntualizó el primer líder del certamen.

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En este sentido, el nuevo chasis que Yamaha le ha ofrecido con vistas a 2021 ha perdido algo de peso respecto del modelo anterior, ese que tanto le martirizó el curso pasado y que tantos problemas le provocaba cuando pretendía adelantar. Esa ligereza, combinada con una llamativa determinación que le acompaña últimamente, son solo la vertiente técnica de una metamorfosis que también tiene un factor humano.

En los últimos meses, Viñales parece una persona mucho más feliz. Y uno de los principales motivos de ese cambio en su estado de ánimo es su próxima paternidad. A sus 25 años, y a diferencia de la tendencia generalizada dentro del paddock, él ya lleva tiempo deseando ser papá. Esta alegría queda reflejada en muchos de los mensajes que últimamente cuelga en sus distintas redes sociales, dedicados a su mujer, Raquel, con la que se casó el mes pasado, y a Nina, la hija que está por nacer.

“Existe la tendencia de pensar que, los pilotos, cuando se convierten en padres, bajan su rendimiento y pierden unas décimas por vuelta. Seguramente, en el caso de Maverick ocurra todo lo contrario. Puede que ser padre le quite esa presión que tantas malas pasadas le ha jugado algunas veces”, reflexiona este miembro del staff del #12.

A raíz de un episodio tan importante en la vida de cualquiera como es el de convertirse en padre, el chico de Roses (Girona) ha tomado una serie de decisiones que, más indirectamente, también explican su control de la escena tanto en las sesiones libres de ensayos, como en el entrenamiento oficial y especialmente durante la carrera.

Este invierno, el #12 se instaló de nuevo en el norte de Cataluña, su casa de siempre, y a raíz de eso se ha prodigado por los circuitos de motocross de la zona. En los últimos años había permanecido siempre en Andorra, donde tenía fijada su residencia y donde su rutina estaba mucho más limitada, tanto por el clima como por la oferta de instalaciones disponibles.

“Hemos hecho más moto que nunca”, cuenta Ángel, su padre, otra pieza capital en el engranaje de Mack, que puesto a cambiar cosas ha cambiado hasta de agente.