Lecciones de manejo por Martín Urruty
Nuestro columnista nos habla de lo sucedido con un joven de Yamaha y el saber llevar una carrera en condiciones adversas en el desierto.
Foto de: Gold and Goose / Motorsport Images
Acaso haya sido la más importante hasta hoy. Seguro, la más pública. Y también, agregada a su creciente hoja de servicios. La estelar exhibición de manejo que Maverick Viñales entregó en el Gran Premio de Qatar no puede ser reducida de ningún modo a cuanto hizo al manillar de la Yamaha M1 2017 bien entrada la noche del domingo en el circuito de Losail. El corredor de nombre cinematográfico ha dado lecciones desde que Suzuki le confió un prototipo oficial dos años atrás para su estreno en MotoGP.
Viñales, más allá de su título 2013 en Moto3 y la sobresaliente incursión en Moto2 -cuatro triunfos, nueve podios y tercero en 2014-, era novato en 2015 cuando Suzuki decidió volver con escudería oficial. A su lado la marca puso a Áleix Espargaró, quien encaraba su cuarto año en la elite.
La casa de Hamamatsu había optado por un corredor sin experiencia para que colaborara en el desarrollo de su máquina hasta volverla rival de Yamaha y Honda. Mack respondió a las generosas expectativas de su empleador: sumó en aquella primera temporada el 92% de los puntos anotados por su compatriota Espargaró. En 2016 lo duplicó: 202 contra 93 de Áleix, incluido el triunfo iniciático en Silverstone.
Viñales entendió como pocos en el paddock cuál era el tratamiento requerido por la flamante cubierta delantera de Michelin. Si sus resultados muestran buena parte de la historia, el dato de que fue uno de los que menos se cayó el año pasado completa la pintura. Defitivamente, dio otra lección.
Reclutado por Yamaha para sustituir al tricampeón Jorge Lorenzo, de simbiótico entendimiento con la máquina de Iwata, Mack calzó en el traje de entrada. Se presentó sin pretensiones ante el reputado Ramón Forcada, quien estuvo al lado de Lorenzo desde el comienzo. Viñales debía montarse en la moto que unas cuantas horas antes había ganado en manos del mallorquín en esa misma pista de Valencia, una despedida en la que el palmesano desbarató a la oposición. Si está probado que la M1 es rápida, sólo díganme qué debo hacer para llevarla rápido, cuentan que propuso. Y sorprendió no bien empezó a girar: veloz y efectivo, preciso además en los comentarios al equipo.
Que del otro lado del box esté Valentino Rossi, quien debutó en el Mundial cuando Maverick tenía un año y ya era campeón antes de que el español cumpliera tres, no lo amedrentó. Aprendió y aprehende cuanto puede del italiano: ha confesado que gracias al sistema de adquisición de datos puede ver cómo Il Dottore suele usar el freno trasero para acomodar la moto en algunas curvas y su eficiencia para salir acelerando. Y fue más veloz que Rossi en una prueba privada en Sepang, de la que Yamaha no divulgó tiempos, y durante toda la pretemporada. Entonces dio otra lección de rápida adaptación.
Si como dicen en el turf, en Sudamérica, los pingos se ven en la cancha, Viñales refrendó durante el fin de semana de carrera que podía replicar cuando quisiera aquello que había mostrado en prácticas de pretemporada donde todo es más relativo: tipo de chasis, desarrollo de motor, uso de neumáticos, compuestos, nivel de combustible, elementos en desarrollo, propósito de la prueba y hasta disposición para mostrar o esconder prestaciones. Aunque en Qatar no hubo clasificación, la pole position fue un derivado natural de su consistencia en los tres entrenamientos oficiales. Esto no hizo más que agrandar su candidatura al triunfo y, con ella, la presión proporcional a lo exhibido.
Jamás esquivó el rótulo de favorito: lo asumió. Aún cuando la competencia comenzó con 45 minutos de retraso, lo que en Losail deriva en la obligación de adaptarse a otras condiciones meteorológicas y de pista, más cerca de la medianoche, y más allá del problema coyuntural que en ese momento planteaban la garúa y amenaza de lluvia.
Viñales mostró cuán frío puede ser luego de haber recibido un topetazo en la primera curva y caer de líder a quinto no bien iniciado el Gran Premio. Empezó a exprimir su Yamaha recién cuando sintió confianza en la adherencia: mientras tanto, había tratado de conservar los neumáticos. Dejó incluso que la inexperiencia de Johann Zarco y el ímpetu de Andrea Iannone jugaran sus cartas al frente del pelotón y entonces presentó lucha a Marc Márquez, su rival desde que aún niños y pese a tener dos años menos derrotaba en los certámenes regionales de España, y Andrea Dovizioso. Rossi, desde atrás, era una sombra que no lo incomodaba: parecía más bien un incentivo.
A pesar de la expeditiva salida a la recta qatarí que Dovi lograba gracias a la velocidad del desmodrómico y la goma blanda montada atrás, Viñales no se rindió. Confiaba en su buen tránsito por el tercer parcial y en la movida sorpresiva con la que finalmente superó al italiano. Así terminó de moldear la victoria en su estreno con Yamaha. A los 22 años, el catalán de Roses se transformó en el segundo piloto más joven en ganar con dos marcas distintas, un rubro estadístico que encabeza Mike Hailwood. Emitida en directo al mundo por televisión y plataformas digitales, la lección de Maverick estaba concluida.
Manejó la presión externa y la propia, la ansiedad, la cambiante condición de pista -su colega Álvaro Bautista planteó que no debió haberse corrido-, el ritmo de la carrera, el desgaste de los ahora previsibles neumáticos y la confiable Yamaha. Demasiadas lecciones de manejo.
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