La huella...

La despedida quedó consumada un año después y en el lugar en el que fue concebida. Porque fue en Valencia, durante el convulsionado cierre de la temporada 2015, donde Jorge Lorenzo entendió que pesaba más en Yamaha el título perdido por Valentino Rossi que su propia conquista para el equipo.

El tricampeonato del piloto que jamás había defendido a otra marca en MotoGP valía menos que la trunca décima corona del veterano italiano que había subido a 500 cc. del brazo de Honda y más tarde había mantenido un breve y tumultuoso romance con Ducati. Lorenzo decidió entonces que iba a escuchar con más atención otras ofertas camino a su último año de contrato con la casa de Iwata. Y las propuestas de Ducati se habían acumulado sobre su mesa en los últimos años.

El campeonato de Lorenzo un año atrás fue festejado sólo de un lado del box. Del otro seguían disparando acusaciones de complot y destapando supuestas conspiraciones. La marca había decidido cancelar la fiesta oficial de celebración y sus directivos no escondían el disgusto que les había provocado el recurso presentado por el español ante el Tribunal de Arbitraje del Deporte.

Rossi había avisado a Yamaha de sus intenciones de apelar la sanción de Malasia por fuera de los tribunales del Mundial. Lorenzo, no. Esa -innecesaria- intervención del palmesano en una disputa ajena, el entuerto Rossi-Márquez, nunca terminó de ser digerida en ciertos estamentos de la escuadra de fábrica.

Un año después, Lorenzo efectivamente se despidió de Yamaha con una demostración acorde con su campaña en la elite del motociclismo. Luego de haber impuesto como quiso un nuevo récord en la pista que lleva el nombre de Ricardo Tormo, dominó la carrera de principio a fin. Y cuando Márquez se decidió a atacarlo, ya era demasiado tarde. Más allá de haber perdido el consuelo del subcampeonato -otra batalla interna- con Rossi, se va del equipo con saldo a favor y ganador: este año dobló a Vale en victorias.

Lorenzo jamás tendrá el carisma de Rossi pero sus habilidades conductivas están a la par de los mejores de la historia. Tanto que fue el único compañero de equipo que ha logrado opacar al heptacampeón y ganarle títulos mientras compartían techo. Ahora que los adioses son tan recientes vale recordar también los comienzos del mallorquín en MotoGP. Su estreno, en Qatar 2008 y aún con 20 años, fue con pole position.

En carrera teminó segundo, detrás del ganador Casey Stoner y tres puestos adelante de su flamante compañero Rossi. Lorenzo siguió su racha de poles en España y Portugal, y supo traducir la de Estoril en su primera victoria en la cilindrada mayor. Aquel fue apenas su tercer Gran Premio en MotoGP y como compañero de Il Dottore, quien a esa altura ya había ganado 62 carreras (29 con Yamaha) y cinco títulos en la categoría reina.

Más allá de que a fines de 2017, o cuando él decida, Rossi concluya su rol como piloto activo y se convierta en embajador de Yamaha con poderes plenipotenciarios, el legado de Lorenzo con la marca que deja atrás es insoslayable. Y la comparación directa con el ícono mayor del motocicismo moderno deja muy bien parado al nuevo recluta de Ducati. Durante las siete temporadas que compartieron equipo, Lorenzo aportó el 57,3% de las victorias conseguidas: 35 de 61. Rossi, en cambio, subió a dos podios más que Lorenzo: 83 a 81.

Igualados en vueltas rápidas en carrera (21 por lado), el tricampeón dobla al heptacampeón en pole positions: 30 a 15. Rossi fue dos veces campeón con Lorenzo como compañero, en 2008 y 2009, y Jorge logró su primer título y el tercero con Vale del otro lado del garage: 2010 y 2015.

La aparición de Lorenzo en Yamaha hizo todavía mejor a Rossi. Nadie puede dudar al respecto. El español había mostrado sus virtudes en 125 cc. y principalmente en 250, donde ganó dos títulos consecutivos en 2006 y 2007. Yamaha confió en él cuando estaba saliendo de la adolescencia y lo ascendió del cuarto litro directamente al equipo oficial. Tanta fue la presión que el español puso sobre el italiano desde su misma aparición vestido de azul que Vale empezó a presionar a la escudería para que le revalidaran su estatus de primer piloto. Cuando sintió cierta inclinación de la marca por la juventud del mallorquín, emigró a Ducati. Son parecidas las razones que han impulsado a Jorge a encarar él mismo el camino transitado antes por Rossi con destino ya conocido.

Más allá de las motivaciones personales, el pase de Lorenzo a Ducati probablemente reporte beneficios al Mundial. El desafío que encara el español, ser campeón con una marca que sólo logró un título y fue hace casi una década, agrega una atracción al campeonato y además permite el arribo de Maverick Viñales a Yamaha, al lado de su ídolo Rossi y las conjeturas sobre esa convivencia ya disparan morbo. La cadena de transferencias que se sucedieron aportan para mezclar el mazo antes de la nueva partida.

Sin pendientes, por una puerta tan grande como aquella que atravesó al entrar en 2008, Jorge Lorenzo Guerrero deja Yamaha después de nueve temporadas y su huella ya forma parte de la historia de la marca y el Mundial. De tan profunda, no habrá recuerdos oprobiosos que puedan taparla ni vientos de revanchismo que logren borrarla.