"Honda destrozó el cerebro de Jack Miller"

Los inicios de Jack Miller en el Mundial de MotoGP estuvieron ligados a la compañía de Mattighofen, en Moto3, por más que fuera Honda quien le reclutara en 2015 y le hiciera dar un doble salto mortal, al llevarle directamente a la categoría de las motos pesadas sin antes pasar por Moto2. 

En las tres temporadas que compitió con una de las motos de la marca del ala dorada (2015-2017), la mejor posición del corredor de Townsville fue la undécima de su último curso, con el triunfo logrado en Assen (2016), bajo la lluvia, como principal hazaña. 

La escudería Pramac le reclutó en 2018, y Miller encontró allí el entorno familiar –y la Ducati– que le permitió exhibir todo su potencial. La séptima plaza final y los cuatro podios que acumuló en 2020 fueron el aval que le llevó a desembarcar en el equipo oficial de la firma de Borgo Panigale, con quien sumó otras dos victorias (2021) que le permitieron ampliar hasta 2022 el contrato de un año que había firmado. 

En este ejercicio, el #43 figura el sexto en la tabla general con cinco podios en su casillero, pero ya sabe que en 2023 no seguirá enfundado en el mono de las motos rojas. Correrá vestido de naranja después de que KTM le eligiera a él para sustituir a Miguel Oliveira en su estructura de fábrica, como vecino de taller de Brad Binder. 

Según Stefan Pierer, esta maniobra es una especie de regreso a casa para Miller, quien, a ojos del siempre polémico empresario austríaco, fue una víctima de Honda.

“Espero que Jack aporte mucho a KTM. Creció en Moto3 con nosotros y, por desgracia, Honda se lo llevó y destrozó su cerebro”, declaraba Pierer, hace unos días, a Motorsport.com.

“Luego, él encontró la forma de enderezar ese rumbo. Miller un muy buen chaval y Aki (Ajo), en quien confiamos plenamente, es su agente, y sabemos que el trato será el adecuado en las dos direcciones. Con Brad formarán una pareja muy potente”, zanja el ejecutivo de mayor rango de KTM.