Jerez, 2 de mayo de 2022. Un año atrás. Eran las 17.35 cuando nos convocaron de viva voz a una reunión extraordinaria en el box. Caía un sol pesado, soporífero. Se podía escuchar el cansancio en el jadeo de los mecánicos recogiendo paneles y moviendo cajas. El test de Jerez había terminado con cierta antelación para nosotros. No había muchas más cosas que probar. Y los pilotos había cumplido con sus compromisos con la prensa. Estaban a punto de huir.
De repente, resonó una voz abrupta afuera.
Livio Suppo, el director del equipo, instaba a la tropa a que acudiera al box. Había cierta urgencia en su llamada. Y un tono más ronco del habitual. Cada quién dejó en pausa sus tareas. Y nos reunimos en el garaje, descompuesto en cajas que posteriormente irían a
Le Mans para la siguiente carrera.
Aterrizamos en el box, apostados casi como una formación universitaria, a modo de auditorio, de platea ante el profesor. Nos miramos. Rostros de curiosidad. A un lado,
Shinichi Sahara, el líder del proyecto, movía las piernas con un tic nervioso. Lo flanqueaban los otros
jefes: de un lado, el responsable técnico,
Ken Kawauchi; del otro, Suppo. Parecían dos pilares con los que soportar la colosal empresa que se venía encima.
Una noticia desgarradora.
A las 17.45 sobrevino el colapso. Miré al frente. Allí estaban Alex Rins y Joan Mir. Algo no iba bien. Presté más atención y vi que Alex tenía el rostro descompuesto. Lloraba con mucho desconsuelo. Entonces, Sahara, atragantándose en su discurso, intentó proferir las palabras justas. Livio lo ayudó a desatrancar una situación inimaginable. "Nos han comunicado desde Japón que Suzuki cierra su proyecto para 2023". Joan torció el morro, en una mueca forzada para no derrumbarse. El silencio se quebró entonces con voces de asombro y sollozos. Kawauchi, sofocado como un niño atemorizado, recibía las condolencias. Él era el espíritu de Suzuki Racing. El grupo, desperdigado entre cajas, se fundió en un mar de abrazos, pero el consuelo no estaba por ninguna parte. Cada uno retomó sus labores entre lágrimas. Había aún que empaquetar y hacer los petates.
"Pero, ¿cómo?", nos interrogábamos. Suzuki llegó a Jerez coliderando el Campeonato con Rins y Fabio Quartararo empatados a 69 puntos y comandando la clasificación de equipos. Una decisión estratégica, política, medioambiental, económica… Surgieron las especulaciones, ideas de todo cuño. Pero nadie sabía exactamente el porqué.
Al poco, emergieron los primeros periodistas entre nuestros camiones. La noticia había volado. Mi teléfono comenzó a retumbar, incesantemente. No era tiempo de respuestas. Sólo cabían preguntas. Pero nadie se atrevió a inquirir qué estaba ocurriendo. El estado de shock vertebró a todo el paddock que dejó sufrir el luto a un equipo en vías de extinción. Luego, un rosario de camisetas azules en viacrucis hacia el parking. La vuelta a casa, en silencio.
La semana nacía torcida. Y encima comenzaba la Golden Week, un descanso vacacional obligatorio en Japón que invadió todo con un silencio insoportable. No habría respuestas antes de
Le Mans. Sólo el goteo incesante de llamadas desde distintos puntos del planeta tratando de desentrañar lo sucedido. En Francia, dos semanas después,
se anunciaría oficialmente la defunción de un proyecto maravilloso. Una muerte deportiva sellada con dos caídas de Rins y Mir en la pista francesa, y un calendario tortuoso de meses por delante. Hasta Valencia…
*Alberto Gómez fue Director de Marketing y Comunicación de Suzuki entre 2017 y 2022;
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