El semáforo del GP de Gran Bretaña de MotoGP

27

Si en Austin Alex Rins entró en el club de los elegidos, este pasado domingo, con su impresionante victoria en Silverstone, la casa del motorsport, el piloto de Suzuki se doctoró como uno de los mejores elementos de la actual parrilla de MotoGP.

Con el nivel que hay ahora mismo en la categoría reina y, sobre todo, con un dominador absoluto, un auténtico 'caníbal' de la magnitud de Marc Márquez, ganar hoy en día una carrera de gran premio es una verdadera gesta al alcance de muy pocos. La victoria de Rins en Austin, formidable, dejó la lógica duda de qué hubiera pasado si, entonces, Márquez no se hubiera ido al suelo.

Pero este domingo ‘la bestia’ estuvo en pista hasta el final, hasta el último metro, hasta el suspiro de la bandera a cuadros y Rins, en una filigrana que se recordará durante años, abatió a su rival en un nuevo duelo, mano a mano, en el debe del de Honda.

A Márquez, el día que lo tiene todo en el sitio y corre en una pista que no le va mal a la Honda es imbatible, no se le ve el pelo. Y cuando no es así, siempre es el mejor de todos, como lo fue este domingo liderando y llevando el peso de la carrera. Pero se le puede batir en los detalles. Rins hizo una carrera al nivel de Marc, incluso iba más sobrado de tracción, como se pudo ver al recuperar terreno perdido en sendos errores que le hubieran podido costar la victoria. Pese a ello, el de Suzuki no pudo doblegar a Marc en su primer intento y tuvo que esperar hasta el final, jugársela a un ‘engaño’ que le salió bien, al mostrarle a Marc sus intenciones en el penúltimo giro, ponerle el cebo y cambiar su trayectoria en la vuelta definitiva, cortando por el interior mientras el de Honda defendía la parte externa.

Fue una jugada magistral de Rins, que le salió bien como le hubiera podido salir mal y ahora estaríamos hablando de una nueva victoria de Marc, que hizo una carrera impecable. Pero salió y, sobre todo, ambos pilotos nos brindaron un espectáculo de altísima escuela, de un nivel superlativo.

Y vuelvo al principio. Rins se doctoró en Silverstone, ganó al mismísimo Márquez y puso en valor el potencial de una moto, la Suzuki, que cada vez funciona mejor, demostrando que puede ganar a los mejores. Ahora es la fábrica de Hamamatsu quien también debe creérselo y apostar por su proyecto de MotoGP, dotándole de los medios necesarios para que la tropa de Davide Brivio pueda competir, en igualdad de condiciones, con Honda, Ducati y Yamaha. Y pronto, KTM.

15

Después de dos carreras algo decepcionantes en Brno y Austria, Maverick Viñales volvió al podio con una actuación que hay que poner en valor. Cierto es que se puede pensar que las caídas de Fabio Quartararo y Andrea Dovizioso en la primera curva condicionaron el resultado, pero, sinceramente, no creo que hubiese variado demasiado. Viñales, que a 13 vueltas del final iba cuarto y perdía casi tres segundos con la cabeza, acabó en el podio y a sólo seis décimas de los dos de delante.

En un circuito donde las Yamaha parecían haber recuperado la competitividad, en el que Valentino Rossi dio una verdadera exhibición el sábado en la clasificatoria y Fabio Quartararo fue el gran protagonista en los entrenamientos libres, a la hora de la verdad, cuando se reparten los puntos, fue Viñales, y no otro, quien cargó con la responsabilidad de hacer funcionar la M1 y llevarla hasta el podio, el cuarto de la temporada para él, salvando los muebles del fin de semana para la casa de Iwata.

Viñales no es Rossi, seguramente tampoco es el Jorge Lorenzo que estuvo en ese equipo 10 años, pero ahora mismo es uno de los mejores pilotos de la parrilla y, eso sin duda, el mejor que tiene Yamaha en su nómina.

Ni el futuro de Valentino, ni los chispazos de Quartararo, que tiene un gran futuro pero, de momento, aún tiene mucho que aprender, deben distraer como lo están haciendo a los que llevan las riendas de ese equipo.

Yamaha debe centrarse, de una vez por todas, en Viñales, hacer una moto para que le funcione y pueda pelear cada fin de semana en igualdad de condiciones con los que, de verdad, se juegan las victorias.

10

El fin de semana de Ducati en Silverstone ha sido para olvidar. Después de la victoria en Austria, una pista que le va a la Desmosedici como anillo al dedo, un triunfo que nos vendieron como la carrera del siglo, la escudería italiana naufragó completamente.

Es cierto que la caída de Andrea Dovizioso no fue su error. También puedo estar de acuerdo en que, de no haber caído, el italiano hubiera estado en la pomada, pero las carreras son así y la única realidad es que las motos rojas acabaron a 20 segundos del ganador.

A Danilo Petrucci, desaparecido desde que renovó su contrato –otro éxito de gestión de los despachos de Borgo Panigale-, y a Pecco Bagnaia, ni se les vio. Y el señor Jack Miller, al que se le va la fuerza por la boca, acabó dando tumbos por la pista como un pollo sin cabeza (perdió 10 segundos con respecto a al líder en los 7 últimos giros, además de varias dos posiciones), llegando a la meta octavo (a 20.3sg.) sólo 7 décimas por delante de la KTM de Pol Espargaró. Y todo eso en una pista rapidísima, con largas rectas y en la que Ducati debería haber dominado.

Yo no sé si es cierto que Gigi Dall’Igna y Andrea Dovizioso están enfrentados (que es lo que se dice) y eso repercute en el trabajo del equipo, pero que de 12 carreras que llevamos este año Ducati sólo haya ganado tres, dos en pistas superfavorables (Qatar y Austria), y la tercera en su circuito de pruebas (Mugello), es para empezar a replantearse muchas cosas. Y la primera, a mi entender, la nómina de pilotos.

Galería: las mejores fotos del GP de Gran Bretaña

50