La sanción a Yamaha, mala noticia para la marca y para MotoGP

No deja de ser significativo que, probablemente, quien saliera más conforme con el desenlace del asunto de los motores fuera, precisamente, quien fue castigado. Yamaha abrió los propulsores de sus M1 antes de la primera cita del curso, en Jerez, para sustituir las válvulas de algunas unidades, en una violación flagrante del reglamento técnico, que impide cualquier modificación una vez se haya llevado a cabo la homologación previa.

Tras una investigación interna, el Panel de Comisarios de la Federación Internacional de Motociclismo (FIM) decidió sancionar al fabricante de Iwata con la pérdida de 50 puntos de la clasificación reservada a los Constructores, correspondientes al doble del total de puntos que se llevó Fabio Quartararo por imponerse en aquella carrera. Al mismo tiempo se le restó 37 puntos a la escudería Petronas y otros 20 a la oficial, en la tabla de equipos.

Todo ello, al fin y al cabo, un simple cachete si lo comparamos con el KO que podría haber supuesto la pérdida de los puntos obtenidos por los pilotos de Yamaha que emplearon esos motores modificados. En ese caso, el título habría quedado a manos de Joan Mir y Suzuki.

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El fallo de la FIM supondría un drama para una estructura de Fórmula 1, cuyos ingresos anuales dependen en gran medida de la posición final en el Mundial de equipos. Tras la reformulación de las matemáticas, Yamaha pierde el liderato del de Constructores, que queda en manos de Ducati, y pasa a la tercera plaza. Sin embargo, esta estadística tiene un valor mucho más relativo en MotoGP, circunstancia que provocó un aluvión de críticas a la resolución adoptada, por considerarla demasiado blanda.

El más directo fue Marc Márquez, que desde su casa en Cervera (Lleida) tiró con bala. “Ahora resulta que los pilotos no nos beneficiamos de las ventajas mecánicas. Tela marinera”, escribió el actual campeón, tirando de ironía, en su perfil de Twitter.

La reacción de Márquez no fue espontánea. Si el español fue tan contundente en su mensaje es porque quería serlo y, de alguna forma, la coyuntura le autorizaba.

La opacidad de según qué ámbitos del certamen ha quedado al descubierto en esta atípica temporada, y no vendría mal una reflexión de los dirigentes (Dorna y FIM) por el bien común. En nada favorece que se aplique un castigo como el que se ha impuesto a Yamaha y nadie sepa exactamente el criterio que se ha seguido para llegar a él. Las penalizaciones derivadas de este tipo de infracciones deberían estar recogidas en la normativa para evitar que estas tramas degeneren en una especie de debate abierto sin cuartel, más propio de una competición de poca monta que de un campeonato del mundo.

Dorna se siente orgullosa de la capacidad de maniobra que le permite enfrentarse a situaciones delicadas en momentos puntuales, pero esa cintura no tendría que estar reñida con la preservación de según qué aspectos formales. Todo aquello relativo a sanciones debería tratar de huir de cualquier tipo de suspicacia como las que abundan desde el jueves. Habrá que esperar, al menos, a que alguien salga y arroje un poco de luz acerca de los razonamientos que han precedido el final acordado.

En este caso, el Panel de Comisarios de la FIM no tuvo más implicación que la de firmar al final de la circular que validó la condena a Yamaha, previamente certificada por Danny Aldridge, el director técnico del Mundial. Con el galimatías que en muchas ocasiones tienen que arbitrar de incidentes que se dan en la pista, a Freddie Spencer y a su tropa solo les faltaría tener que valorar qué correctivo merece recibir un fabricante que ha vulnerado el reglamento técnico y los pactos de la Asociación de Constructores (MSMA).

De cualquier forma, existe otra perspectiva que merece la pena tener en cuenta en toda esta polémica de los motores, que pasa por tratar de imaginar las consecuencias a medio o largo plazo que puede tener para Yamaha.

Estamos hablando de una compañía japonesa cuya honorabilidad se ha puesto claramente en duda. De hecho, la sanción impuesta a la marca de los diapasones lleva a concluir de forma incuestionable que hizo trampas. Otra cosa es saber quién tomó la decisión de tirar por el camino de en medio y desprecintar los motores antes de Jerez, porque no hay que olvidar que la tecnología llega de Japón, pero la gestión de la división de MotoGP se lleva desde Italia, con Lin Jarvis como ejecutivo de mayor rango.

No obstante, si los niveles de transparencia en según qué ámbitos del campeonato podrían y deberían aumentar considerablemente, en el caso de Yamaha estamos ante la escudería más nebulosa y hermética de todas a la hora de comunicar cualquier decisión, y todavía más cuando se trata de una cuestión tan sensible como una irregularidad de tal calibre.