La decisión de cancelar el Gran Premio de Emilia Romagna recibió el apoyo de todos los organismos implicados en la gestión del evento. El entorno de la Fórmula 1 no dejó de mostrar su solidaridad, con los pilotos a la cabeza, con la población desbordada por el mal tiempo que azotó duramente la región.

Para el Mundial, ahora habrá que evaluar cuándo será posible empezar a desmontar el paddock montado en el circuito a principios de esta semana para poder seguir hacia Montecarlo. En estos momentos, la pista es inaccesible incluso para los profesionales, pero hay al menos un margen de cuatro días para esperar a que la situación se normalice, y todo apunta a que ya mañana podrían darse las condiciones para reabrir el circuito al personal de los equipos.

En cuanto a la posibilidad de que el evento se posponga durante la temporada, no hay muchas esperanzas. El parón obligatorio impuesto por la FIA está previsto para agosto, desde el día 4 hasta la víspera de Zandvoort.

Lo más probable es que la cancelación de la carrera de 2023 signifique que el contrato actual, que garantiza la presencia de Imola en el calendario hasta 2025, se posponga un año, hasta 2026.

"Estoy profundamente entristecido por lo que está sucediendo en Emilia Romagna", comentó el presidente del Automóvil Club de Italia, Angelo Sticchi Damiani. "La cancelación era inevitable ante una situación tan dramática. Dada la complejidad del calendario, es razonable imaginar que la edición de 2023 se celebre en 2026. Pero ahora mismo no es, desde luego, una prioridad". 

Habrá tiempo para evaluar la situación, pero añadir una prórroga de un año al acuerdo actual parece la opción más lógica. Hay quien ha sugerido este escenario como un problema potencial para Monza, dada la dificultad de tener dos carreras en el calendario de un mismo país en un momento en el que la Fórmula 1 tiene sobre la mesa muchas peticiones de otros territorios, pero lo realista es que están ante una causa de fuerza mayor.