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¡A Mil Por Hora! Diga dónde está la mirada, también el sitio

De ninguna forma es igual hacer una carrera al nivel del mar que en una ciudad, como México, con su altitud estrafalaria. Es muy diferente jugar en un circuito exprofeso, que en una pista callejera arreglada tres días antes de la orgía de la velocidad.

La bandera de México en las gradas

Foto de: XPB Images

Nico Rosberg y Lewis Hamilton, Mercedes AMG F1 W06
Lewis Hamilton, Mercedes AMG F1 W06
Nico Rosberg y Lewis Hamilton, Mercedes AMG F1 W06
Lewis Hamilton, Mercedes AMG F1 W06
La bandera de México en las gradas
Enrique Peña Nieto, Presidente de México con Bernie Ecclestone y Jean Todt, Presidente de la FIA
Jean Todt, Presidente de la FIA; Enrique Peña Nieto, Presidente de México; Bernie Ecclestone, Sahara
Lewis Hamilton participa en un evento de lucha libre mexicana en la ciudad de México
Sergio Pérez y Nico Hulkenberg, Sahara Force India en la Ciudad de México
Grid Girls del GP de México

Sin demasiada prisa, pero cuidando de no oprimir nunca el botón de pausa hay un anhelo que subyace en cada comunicado que se le hace llegar, respetadísim@ lector@. Tratar hasta donde sea posible, todas las variables que están relacionadas con la categoría reina del deporte motorizado. Hay miles de cuentos y de anécdotas, de hechos y cosas. El reto que se va a superar es ir desnudando todo. Pero es de entenderse –primordialmente– que el tinglado, lo componen antes que nada y que nadie los autos y enseguida, los seres humanos. Desde siempre, estuvo enfrente la materia y más tarde, llegó quien le pusiera nombre y dispusiera de su uso.

 

Autos de todos los colores, de muchas marcas, con especificaciones así o asado. Y por supuesto, vigilando el intento más serio de considerar, valorando muy bien a cada quien con toda la importancia que merece. Siempre, tomando en cuenta que las cadenas se suelen reventar por el eslabón más insignificante.

 

Pilotos y mecánicos, diseñadores de coches y jueces, aficionados y proveedores: todos a una, para hacer que se cumpla a la hora exacta del comienzo de cada carrera. Es entonces, cuando se desata la locura por devorar el pavimento. Cada cual con su máquina, y en su box, todos excitados, esperando para darle más y mejores espuelas a sus pupilos. Los encargados de los ordenadores, vigilando los instantes y los milímetros. Los agentes de los cronómetros y de los velocímetros, ensimismados en las carátulas a su disposición.

 

Artilugios y seres en plena complicidad. Mientras que el público está apostado en espera de las emociones, de los grandes lances. Como está la autoridad. Así también, cada sujeto con su bandera o cumpliendo una misión clave cerca del escenario: listo para entrar a la acción, en punto. Es sabido que los “bandereros” son los ojos adicionales de los corredores. Que una persona con el extintor, en el lugar y el momento justo, puede significar el todo o la nada.

 

Con el propósito de entrar en otro tema que parece secundario, y no lo es. Viene a colación, el lugar del acontecimiento. De ninguna forma es igual hacer una carrera al nivel del mar que en una ciudad, como México, con su altitud estrafalaria. Es muy diferente jugar en un circuito exprofeso, que en una pista callejera arreglada tres días antes de la orgía de la velocidad. Hay diferencias más sutiles, si se trata de un autódromo que se utiliza sólo una vez al año, u otro en el cual se juegan varias justas —aunque sea de categorías inferiores— porque, se encontrará con un trazado curtido o uno más crudo.

 

NOMBRES

Por jerarquías. Los circuitos preponderantes en el mundo para carreras de F1, pueden ser: Spa, Monza y Silverstone, emblemáticos per se, cuando de velocidad pura se trata. Lo formidable del trazado carretero en Las Ardenas de Bélgica, es excepcional, porque ese trecho que corre sobre un camino vecinal que une a Francorchamps con Spa, es una configuración híbrida que trae a la memoria las pruebas que se jugaban entre ciudad y ciudad, pero a la cual, se le adaptan las modificaciones para que tenga –asimismo– su carácter claro de un autódromo. Como si fuera un viaje de placer y también, una pista cerrada en la que va de por medio jugar el riesgo en busca de la victoria. Ambas nociones en un mismo set.

 

El parque nacional italiano y la arena inglesa, son grandiosas por su arquitectura en sí. Por sus “curvones”. Y las rectas. El ritmo que se puede agarrar sobre sus trayectorias. Y también, por el clasicismo. Una cualidad que nada más saben reconocer, quienes han probado la diferencia entre lo simple y lo insuperable.

 

Para el show en sí, no hay como Mónaco. Reconociendo que en el sur de Asia también lo intentan hacer, buscando sensaciones parecidas, en Singapur. No obstante, lo inigualable de la Costa Azul es la fauna. Nunca un paseo por el paddock será comparable entre una y otra pista callejeras.

 

Para circuitos más revirados el de Hungría, también angosto y que coincide en sus Grandes Premios con las semanas caniculares europeas. Un broncón. Y otro, casi siempre pendiente de las lluvias torrenciales y de que va envejeciendo de modo muy apresurado: en Sepang, cerca del aeropuerto de Kuala Lumpur.

 

Con desasosegantes instalaciones, los de Abu Dabi y Baréin en el Medio Oriente; de pronto liados por los problemas políticos, pero con la marca de la lujuria propia de los emires, muy aparte de la inconformidad de sus súbditos. China es otra situación: lo colosal. A lo bestia. Que se vea que dinero, es lo que sobra.

 

Sin olvidar, marcar una diferencia notable: una cosa es cuando se juega una carrera a la luz del sol, y otra, cuando se lo hace bajo iluminación eléctrica que simula la realidad, pero que es un artificio.

 

Hay otros que se significan, pletóricos de la más linda afición. Con muchos conocedores en las tribunas como: Suzuka el de Japón, Sao Paulo en Brasil o el de Montreal, en Canadá. El segundo, que recuerda a José Carlos Pace y el tercero, que obliga a no olvidar el nombre del enorme racer que fue Gilles Villeneuve.

 

Infaltables, las pruebas alemanas y la de Australia. Para los ensayos, por los autódromos españoles, sea el de Barcelona o el de Jerez de la Frontera, que resultan ser los más asequibles. Y de entre los recién estrenados –o en reestreno– hace apenas unas temporadas, el de Austin en Texas de los Estados Unidos de América, o el de Spielberg en Austria, que es propiedad de Red Bull y antes se llamó, el anillo A-1.

 

Asimismo, viene a cuentas el nombre de Sochi, en Rusia, junto al Mar Negro serpenteando por el Parque Olímpico, con los enigmas propios; que proceden en sus células, desde los días de los zares y de Ana Karenina, hasta llegar a María Sharapova.

 

No se olvide de los circuitos de Holanda, los de Portugal o los franceses, los cuales siempre serán añorados. Y como un vago recuerdo, acaso: los de Turquía, Corea del Sur y de la India que estuvieron y dejaron de hacerlo, como por encanto.

 

NOVEDADES

La campaña que vendrá, dando inicio hacia la tercera semana de marzo de 2016 se ha sazonado con una nueva especia: bajo el nombre de Gran Premio se Europa –se ha prometido para el 19 de junio– se celebrará una carrera en Bakú, la capital de Azerbaiyán, cerca del mar Caspio. Sólo dios y Bernie Ecclestone entienden las razones para tal determinación, pero de que habrá esa novedad con sus sorpresas. Ni dudarlo.

 

Por instalaciones, como se puede apreciar: ni el deporte de la alta rapidez ni el mundo se van a detener. Habrá conflictos armados y amenazas de terroristas. Problemas de dinero y fraudes electorales por todos lados. Es el sino de esta era. Pero, se lo repetirá: esta disciplina de competiciones va a continuar, porque hay muchos interesados y una esperanza de lo más auténtica, en su afición, tan fiel.

 

Las carreras de Fórmula 1, son funciones inminentemente televisivas, ya se sabe. Los sucesos se dan a lo largo de varios kilómetros y a cada instante hay ocurrencias. Los autos van con gran prontitud, de manera que las acciones trepidantes pasan en un abrir y cerrar de ojos. Por la TV es que se puede aprovechar al máximo, con las reiteraciones y tantos prodigios que se logran mediante la imagen en movimiento a voluntad, porque se puede ver en cámara muy lenta un zigzagueo o un brinco sobre los pianos.

 

Pero, la asistencia a las carreras es otro tipo de agasajo. En el cual, la esencia, está en ver de cerca a los bólidos, tomarles su medida con la mirada en directo y evaluar las proporciones que guardan con respecto de sus pilotos y, en función de las velocidades que alcanzan, o su maniobrabilidad. Asimismo, cómo negarlo: mirar en vivo a los protagonistas; percibir el aroma de la gasolina y disfrutar del andar cadencioso de las muchachas más bonitas que pululan cerca de la emoción alimentada por el vértigo.

 

Una experiencia que hay que vivirla para poderla platicar. Y entonces defender que tal circuito, el que usted ya conoce, es el más interesante. El mejor autódromo, sí: va a resultar, aquel al que usted tenga la fortuna de asistir y en la temporada que sea. Lo bueno siempre es lo que viene.

 

Si hubiera que inclinarse por una sola elección, la tercia sería entre Mónaco, Abu Dabi o Spa. Eso dice Juana, y otro tanto dice Ana, más una tercera opinión, que reza su hermana.

 

Se dan por miles los aficionados que nunca pisaron una trayectoria oficial y que saben al dedillo santos y señas de cada una. En Italia, es hasta asombroso conversar con alguna ama de casa, porque de pronto lo deja desasosegado, debido a la gran sorpresa que causa, por todo lo que conoce.

 

Por toda Europa, en Japón o en Brasil, hay mucha gente del pueblo: como los maestros mecánicos, baristas, choferes de taxi o peluqueros, que se las saben de todas, todas. Es muy gratificante conversar con los viejos a quienes se les ilumina la cara cuando hablan de Nino Farina o de Froilán González, de Jean Marie Behra o de Johnnie Parsons, como si fuesen héroes aún vivos y eso sólo, porque en su tiempo les platicaron alguna hazaña de ellos.

 

El gozo profundo de las carreras de F1 consiste en enterarse, comprender y encontrar la explicación de su magia. Descifrar la parte técnica y ver dónde es que el espíritu actúa, porque la gloria es sólo para los valientes. Los bienaventurados. La victoria es de los pilotos quienes corren sobre un bólido. Pero se carga en hombros de los más inventivos hombres de negocios y de los inversores que toman riesgos astronómicos. Y también, quienes gestionan el espectáculo son personas que cuentan y, de qué manera.

 

El reciente Gran Premio que se jugó en México, es prueba evidente de que se deben conjugar con maestría los ingredientes y saberlos servir. Protagonistas, vehículos y el sitio. Pero con la presencia de usted, como el centro de la totalidad.

 

Amigable mente,

Ángelo della Corsa

 

 

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