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El tercer Dakar consecutivo de una madre imparable

Rosa Romero, del equipo Himoinsa, logró terminar su tercer Dakar consecutivo en su sexta participación a pesar de estar al borde del abandono en dos de las jornadas más duras del rally.

Nani Roma, Overdrive Racing Toyota, Rosa Romero, Himoinsa Racing
Nani Roma, Overdrive Racing Toyota, Rosa Romero, Himoinsa Racing
Daniel Oliveras, Rosa Romero, Antonio Gimeno, Gerard Farrés, Himoinsa Racing Team
#8 Himoinsa Racing Team KTM: Gerard Farrés, #81 Himoinsa Racing Team KTM: Rosa Romero
#8 Himoinsa Racing Team KTM: Gerard Farrés
Daniel Oliveras, Rosa Romero, Antonio Gimeno, Gerard Farrés, Himoinsa Racing Team
Daniel Oliveras, Rosa Romero, Antonio Gimeno, Gerard Farrés, Himoinsa Racing Team
#81 Himoinsa Racing Team KTM: Rosa Romero
#81 Himoinsa Racing Team KTM: Rosa Romero
Daniel Oliveras, Rosa Romero, Antonio Gimeno, Gerard Farrés, Himoinsa Racing Team
#81 Himoinsa Racing Team KTM: Rosa Romero
#81 Himoinsa Racing Team KTM: Rosa Romero
#81 Himoinsa Racing Team KTM: Rosa Romero
#81 Himoinsa Racing Team KTM: Rosa Romero
Rosa Romero, Himoinsa Racing
#81 Himoinsa Racing Team KTM: Rosa Romero

Que Rosa Romero termine un Dakar comienza a convertirse en habitual. La piloto catalana, esposa de Nani Roma, cruzó en Buenos Aires la meta del rally más duro del mundo por tercer año consecutivo (80ª clasificada). Tras abandonar en 2006, 2012 y 2014 antes del sexto día, Romero ha metido la directa desde la cita de 2015 y en su segundo año con Himoinsa ha repetido hazaña.

Porque para ella estar en Buenos Aires es una victoria por sí misma. Porque para ella sufrir como se sufre en la cola del pelotón es un reto que no asusta y que, sea como sea, le anima a volver 12 meses después.

A pesar de haber perdido en la etapa 3 camino de Jujuy a su mochilero, Antonio Ramos, por un problema eléctrico en su KTM, Romero, que corrió algunas etapas sin compañero de viaje, se ha sobrepuesto a todo. Franco Picco, veterano del Dakar que ha completado su 25ª edición, y Julián Merino, fueron sus ángeles de la guarda desde entonces.

“Estoy contenta porque la verdad es que me han pasado tantas cosas… he estado dos veces al límite de no poder seguir", reconoce a Motorsport.com la piloto catalana. "El momento más duro fue cuando perdí la tuerca del eje trasero y casi pierdo la rueda. Llevaba mucho rato en una pista a 140 km/h y no quiero pensar lo que me hubiera pasado si la llego a perder. Tuve la suerte de que empecé a oír un ruido y al pararme se me soltó del todo. Menos mal que pasaban asistencias y tras dos horas encontré una tuerca que me sirvió. Pero era uno de esos días que había puerta cerrada [camino de Tupiza] y que a las 16.00 tenía que estar en un punto y llegué a las 15.45. Fue un día de super estrés".

Pero los malos momentos no terminaron ahí para esta madre de familia que apenas pudo contactar con sus tres hijos debido al cambio horario y a las tardías horas en las que llegaba al vivac.

“Saliendo hacia la etapa Maratón se me empezó a calentar la moto en las dunas y perdí la potencia y no podía subir. Me pasaron todos y no me quedaba más que enfriar la moto como pude y llegué de noche, con un frío tremendo en Bolivia", continúa Romero. "Al día siguiente salía la última y pensé que ya no me podía pasar más. Pero al ir a arrancar la moto en parque cerrado no arrancaba y ya no quedaba ni un piloto para ayudarme. Me puse a llorar porque pensaba que ahí terminaba todo. Al final con las pinzas de la batería de un camión lograron encenderla".

 

Y es que en este Dakar de calor extremo, altura y navegación, solo las máquinas y personas más resistentes podían llegar a meta. A Romero la altitud no le creó muchos problemas, según asegura, pero "los días a 50ºC en medio de la nada te preguntas '¿Qué hago yo aquí?". 

“Ha sido un Dakar muy duro. Las etapas estaba pensadas para los pilotos de delante. El problema es que los pilotos de atrás… con todo lo que me ha pasado, iba más tarde de lo debido y me pillaban los coches muy temprano y el ritmo lo tienes que bajar a la mitad. El terreno queda destrozado y se hace el doble de difícil de lo que ya es", reconoce la de Himoinsa.

Sus días favoritos han sido "los de navegación, porque pilotos más rápidos que yo se ponían detrás de mí porque sabían que en esas situaciones yo voy mejor".  

Aún no sabe si volverá. Aún no ha digerido el logro conseguido. Aún no es consciente de que la tierra del Dakar volverá a llamarla, primero en voz baja y luego gritando, para que regrese en 2018. Para que vuelva a subirse a una moto en el 40 aniversario del rally más duro del planeta. 

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