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Los Merino, una familia de aventura por el desierto

La familia Merino es conocida en el ambiente del Dakar y en el pasado Rally Merzouga volvieron a estar juntos para apoyar a Julio, que corrió con la moto con la que Julián no pudo terminar el Dakar 2018 en Original.

Alberto, Esther, Julio y Julián Merino en Merzouga

Alberto, Esther, Julio y Julián Merino en Merzouga

Merzouga (Marruecos).- Para esta familia, enfrentarse al desierto y correr en los rallies más duros del planeta es lo habitual. No les vale con ir, participar y volverse. El proceso es toda una aventura en sí mismo y el camino lo hacen acompañándose unos a otros. Los Merino cabalgan en el desierto todos a una y el Rally Merzouga ha sido, por ahora, su última aventura. 

Al sureste marroquí pusieron rumbo cinco de ellos –Alberto, Miguel, Esther, Julián y Julio–, y el resto tuvo que seguir el día a día. La vida normal también existe fuera del desierto y el motor. Aunque el sábado ya hubo una baja: Miguel se rompió la clavícula en las dunas de Merzouga y tuvo que volverse a España en avión horas después. 

Julio y él habían salido a probar la moto con la que el primero disputó el rally y en un duna algo complicada la fortuna les dio la espalda. 

Alberto, Esther y Julián –que ya lleva tres Dakar a sus espaldas– llegaron al día siguiente en coche desde Tánger. Julián había tenido un accidente 24 horas antes con la furgoneta después de que un Audi le embistiera por detrás a más de 120 km/h en una zona limitada a 40. Aun así, no quiso perderse la aventura. 

La moto con la que Julián no pudo acabar el pasado Dakar tras una caída en la sexta etapa, cerca del lago Titicaca (Bolivia), fue la montura de Julio durante estos seis días de competición. Aunque sufrió algún que otro inconveniente, Merino se metió entre los 30 primeros en la penúltima etapa (segunda parte de la Maratón) y terminó el raid 39º, de las 81 motos que comenzaron. 

"Han sido unos días intensos en los que he aprendido mucho de la navegación con roadbook, que nunca antes la había practicado. Julián me ha enseñado algunos trucos y me fui sintiendo cada vez más cómodo, dándome cuenta de que las decisiones que tomaba en carrera solían ser acertadas", cuenta Merino a Motorsport.com tras acabar el raid.

Julio se queda con el día en que se enganchó a la rueda de Jacopo Cerrutti (tres Dakar y 20º en 2018) y voló sobre las dunas marroquíes. Pero lo que más ha disfrutado ha sido la presencia de sus hermanos al final de cada jornada. 

"Si no vamos todos juntos, al final no tiene valor la carrera. Lo más bonito ha sido llegar después de cada etapa y que ellos estuvieran esperándome y animándome. No estás solo. Siempre sabes que hay alguien a la guarda, ayudándote, guiándote y protegiéndote. Siempre intentamos hacerlo familiar y todos tiramos del carro para que salga adelante y lo disfrutemos todos juntos. Correr un Dakar me motiva, pero me motiva más si vienen ellos", asegura.

"La idea es intentar ir al Dakar con mi hermano. Sé que hay que entrenar mucho y que hay que estar muy fuerte. Esta carrera sirve de aprendizaje, pero aquello es el infierno. Todavía no sabemos si ir en Malle Moto o con asistencia. Yo soy partidario de ir con mecánicos, pero él no, es un cabezón". 

La aventura de los Merino en el Merzouga tuvo un episodio final digno de novela. Después de sacar la Yamaha YZ450 del parque cerrado y meterla en la furgoneta, pusieron rumbo hacia Tánger. El tiempo apremiaba porque Julio tenía que estar en la boda de su cuñado en Algeciras antes de las 12.30 de la mañana siguiente. Tras horas de relevos, siestas en marcha y carreras nocturnas, llegaron a las 8.00 a la ciudad costera y les informaron de que el puerto estaba cerrado por temporal.

En la mesa del banquete faltó un invitado. Estaba soñando con el Dakar, lleno de arena y aunque llegó a la boda, eran las 22.00 y ya todos estaban bailando y brindando. Las aventuras de los Merino no acaban nunca.  

Alberto, Esther, Julio y Julián Merino en Merzouga
Alberto, Esther, Julio y Julián Merino en Merzouga

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