Bernie Ecclestone, premio honorífico del 75 aniversario en los Autosport Awards

Mucho antes de los negocios multimillonarios había... bollos y galletas. No siempre el más madrugador se lleva el gato al agua, pero en el caso del joven Bernard Charles Ecclestone, el más madrugador ya había hecho sus negocios y, de camino a la escuela, invertía su presupuesto en una bolsa mixta de comestibles recién salidos del horno de una panadería local para venderlos a sus compañeros del colegio y obtener un beneficio.

Eso marcó la pauta de una vida de emprendedor visionario.

Bernie Ecclestone llegó al automovilismo como piloto, compitiendo con pilotos de la talla de Stirling Moss en la Fórmula 3. En una época en la que el automovilismo de alto nivel estaba en auge, Bernie se convirtió en un gran piloto, en una época en la que el automovilismo de alto nivel en Reino Unido estaba reservado a los ricos, la actitud despectiva de la clase dirigente hacia los que trabajaban para ganarse la vida era palpable en las descripciones que la prensa hacía de él como "el comerciante de Bexleyheath".

Dos ruedas le llevaron naturalmente a las cuatro ruedas y Bernie pronto se convirtió en uno de los vendedores de coches usados con más éxito del Reino Unido.

"Debido a su reputación", escribió el difunto Max Mosley en su autobiografía, "otros concesionarios venían de todo el Reino Unido para intentar sacarle ventaja. Algunos acababan llamándole por teléfono desde un área de servicio de la autopista de camino a casa para aclarar exactamente el trato que habían hecho...".

Pez grande, estanque pequeño. Los coches de segunda mano eran movimientos insignificantes para un individuo con las dotes de Bernie. El comercio en el automovilismo se convertiría en su metier, pero los habitantes de este mundo aún no lo sabían.

En los años 50, Bernie adquirió los activos de la desaparecida marca Connaught y gestionó los asuntos de Stuart Lewis-Evans. Los coches de Connaught no eran competitivos en los grandes premios y la muerte de Lewis-Evans privó trágicamente a Bernie de un amigo y al automovilismo de un talento.

Bernie regresó en la década de 1960 como mánager de otro gran talento, Jochen Rindt, tristemente destinado a convertirse en el único campeón del mundo póstumo de F1.

En 1969, mientras Jochen y Bernie hacían malabarismos con ofertas de equipos que parecían incapaces de presentar coches que fueran rápidos y fiables a la vez, la solución obvia era ir por libre.

El prematuro fallecimiento de Rindt en septiembre de 1970 significó que no participaría en el siguiente paso de Bernie, la adquisición del equipo Brabham. Y sin embargo, incluso como propietario de una marca de F1 cada vez más competitiva, el potencial de Bernie no se había cumplido.

A continuación, dirigió su atención a lo que en la práctica era un cártel de promotores de carreras. En las décadas siguientes, Bernie uniría a los equipos para conseguir mejores acuerdos, desafiaría el poder del comité deportivo de la FIA (que en aquella época protegía los intereses de los promotores a expensas de los competidores) y aprovecharía el poder de la cobertura televisiva para convertir la F1 en un espectáculo deportivo mundial.

No es exagerado decir que Bernie hizo pasar a la F1 de ser una industria artesanal a una empresa multimillonaria y de alcance mundial.

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