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Artículo especial

'El Rally Dakar es el Rally Dakar', por Mario Galán

El Rally Dakar, el mito del desierto que está lleno de momentos increíbles que quien los haya vivido sabrá por qué es la carrera más dura del mundo.

Rally Dakar

El Rally Dakar, la carrera más dura del mundo. Eso es así por mucho motivos, y una vez que lo vives en primera persona sabes por qué lo llaman de esa forma, porque nada de lo que te puedan contar puedes imaginarlo hasta que una tienda de campaña se convierte en tu casa en medio del desierto durante más de tres semanas, donde tu cocina es un comedor gigante en el que puedes encontrarte a personas como Carlos Sainz, Sébastien Loeb o Nasser Al Attiyah, y tu principal entretenimiento es quedarte embobado viendo cómo salen todos los vehículos a la especial en la madrugada más absoluta.

El Rally Dakar es pasión, emoción, risas, alegrías, pero también tristezas, llantos y muchos momentos en los que echas de menos tu hogar, que está a miles de kilómetros, con todos tus seres queridos esperándote a que des una mínima señal de vida por la escasa comunicación telefónica para respirar tranquilos porque saben que estás bien. En una prueba como esta has de enfrentarte a todos tus miedos, sin importar de lo que se trate, porque es algo que va más allá de lo que cualquier persona se podría imaginar.

El Rally Dakar es viajar, y mucho. Es tener que despertarte a horarios inhumanos, o quizá ni dormir para aprovechar las pocas horas que tienes libres para contar las historias de los verdaderos protagonistas, los pilotos y equipos que conforman la caravana de la mítica cita, y tomar un vuelo para cruzar el país de una punta a otra esperando en la línea de meta los resultados para rápidamente volver a narrar lo que ha ocurrido, sin descanso.

El Rally Dakar es un gimnasio particular, donde arrastrar una maleta por la arena del desierto, el barro tras las inundaciones o un aparcamiento hecho campamento es lo mismo que hacer una sesión matadora de pesas. Y no solo es mover un poco de equipaje, es recoger una tienda de campaña que se abre en dos segundos pero que tarda milenios en cerrarse mientras un autobús de la organización lleno hasta los topes te espera para ir al próximo aeropuerto sin siquiera haber visto la luz del Sol por el día.

El Rally Dakar es comida, aunque no demasiado buena, porque todas esas veces en las que vas al comedor a horas indecentes por la alta carga de trabajo para todos en el campamento estaba lleno de ensaladas del chef con mezclas poco habituales, borekas algo picantes, cuscús, e incluso se atrevían con alguna que otra paella que más que paella era un intento de arroz con cosas para tener contento al público español. Eso sin hablar de los desayunos llenos de azúcar con cacaos crujientes untados en panecillos que hacían más llevadero el madrugón con un café de máquina al que le faltaba café y le sobraba agua.

El Rally Dakar es comunicación, o mejor dicho, incomunicación, porque estar en una sala de prensa acondicionada en una ciudad o sus alrededores es una cosa, pero trabajar desde una habitación que se monta y desmonta en unas horas, con enchufes que se retiran a cierta hora de la noche para ir a la siguiente parada y una conexión a internet de una antena para miles de personas, es otra. Eso, sin hablar de las veces que han tenido que hacer una sala de prensa de hotel improvisado debido a las condiciones climatológicas adversas, ya que las zonas de acampada eran piscinas de barro, dejando a todos esos huéspedes tratando de dormir a dos grados centígrados y con la luz siempre encendida.

El Rally Dakar es hablar, y hacerlo con mucha gente. Los contactos en el vivac son esenciales para que no falte de nada, porque nunca se sabe cuándo puedes acabar sentado junto a Nasser Al Attiyah tomando un café árabe con unos dátiles con crema de cacahuete al lado de su autocaravana o cuándo puedes finalizar la jornada pidiendo un poco más de embutidos a un Lorenzo Santolino que siempre está dispuesto a poner un poco de sabor español al campamento, incluso subiéndote a un camión clásico con unos majísimos Franciso, Juan Antonio y Gustavo, y disfrutando del Panda con los Navarrete.

El Rally Dakar es explorar lo inexplorado, y no hay más que decir cuando se habla del Empty Quarter. Cientos y cientos de kilómetros de arena y dunas que los pilotos surcaban con sus vehículos en una maratón que acababa con todos en una gran jaima compartiendo risas, descansos y cenas al calor de la hoguera que presenciaba cómo todas las tiendas de campaña se abrían para volver al camión que las transportaba una vez que sonaban los despertadores para seguir con la aventura.

El Rally Dakar es diversión, porque siempre tienes una sonrisa en el rostro al ver cómo las personas que has ido conociendo y con las que has convivido más que tu familia en dos semanas de montaña rusa disfrutan de lo que les gusta, la competición. Al contrario que en otros campeonatos, no es raro hablar con los pilotos, ya no para las siempre tediosas declaraciones posteriores a las etapas, sino como amigos que se preocupan por cómo estás y por lo que te hace falta, y más cuando todos sobrellevan pasar la Navidad y el Año Nuevo lejos de sus seres queridos.

Asi lo vivimos:

El Rally Dakar es desesperación, todo por las infinitas ocasiones en las que debes esperar, bien sea para adquirir una tarjeta SIM para estar comunicado con el mundo exterior, o por ver los resultados de los pilotos para comenzar la jornada laboral a pesar de que ya habían pasado horas y horas desde que habías abierto el ordenador para finiquitar un reportaje, una última hora o cualquier anécdota que sucediera en los cientos de metros que componen el campamento.

El Rally Dakar es vivir. Y es vivir experiencias únicas, como poder pasear mientras se te cae la baba al ver a vehículos como el Audi RS Q e-tron E2, el Toyota Hilux T1+, las motos de todos los favoritos y, como no podía ser de otra forma, lo que más emoción lleva al cuerpo, los clásicos que han marcado épocas en la carrera más dura del mundo, en donde es imposible quedarse solo con uno por toda la historia que cada uno de ellos tiene detrás.

El Rally Dakar es amistad, porque de ser completos desconocidos a pasar más de tres semanas conviviendo juntos hace que las relaciones se fortalezcan y que tengas en una personas de la que no sabías su existencia un hombro en el que reír, llorar o todo lo que haga falta estando tan lejos de casa, ya no solo durante ese tiempo, sino para mucho más.

El Rally Dakar es compañerismo, donde un pequeño grupo de periodistas forman una familia que quiere verse año tras año como si de una cena de Nochebuena se tratara, pero con la diferencia de que las cenas, en ocasiones no son tan buenas, o incluso ni son cenas porque no hay tiempo para parar de trabajar. Esa pequeña familia que va a ritmo de máquinas sabe que estará ahí, y que aunque falte en una ocasión, siempre lo recibirán con los brazos abiertos con risas, alegría, anécdotas y miles y miles de recuerdos que, aunque solo se hayan vivido una vez, nunca se borrarán de la memoria.

El Rally Dakar es el Rally Dakar.

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